y en los eventos que acaban de pasar, la fotografía es la misma: una ‘manada’ de jóvenes que oscilan entre los 10 y 18 años que torpedean lo que las autoridades y los hacedores del Carnaval preparan con tiempo, destruyendo en cuestiones de segundos todo lo que se ha preparado.
Los destructores de la cultura carnavalera desde hace más de década y media aparecen en los eventos como la octava plaga de Egipto, un enjambre de langosta que en cuestiones de segundo arrasan con lo que consigan a su paso a través de la guerra de bolsitas, piedras o botellas, poniendo en riesgo a quienes fomentan la cultura. La queja la venimos escuchando de los padres de familia que exponen a sus hijos con los disfraces. Solo nos resta tomarnos el trago amargo que desde hace 15 años venimos tomando, y es allí en donde yo me pregunto, ¿Será que son los mismos jóvenes o ellos no crecen?
Escucho años tras años y la queja es la misma después que pasan los carnavales. Los hechos nos están llevando a concluir que existe un legado destructivo que viene diezmando a los carnavales de Riohacha y que cada año en vez de reducirse el vandalismo callejero, lo que hace es aumentarse. En cada Carnaval de Riohacha se aparecen los herederos de los desadaptados que se entrelazan en una batalla campal con enfrentamientos entre bandos y en donde participan niños que no le temen al peligro y adultos que incitan a la agresión. Todo esto lo protagoniza un puñado de jóvenes sin control, sin padres y sin familiares. Y mucho cuidado con lo que vienen diciendo los padres alcahuetas, que los responsables son venezolanos. Qué pena señores, los venezolanos a quienes les echamos la culpa de todo lo malo, no estaban desde hace 15 años
Debe existir una campaña de civilidad carnavalera para los niños y jóvenes con personalidad gris, la cual debe salir del padre de familia que cree que su hijo es una mansa paloma cuando detrás de ellos se presentan comportamiento y características negativas. También le queda una buena tarea a la Secretaría de Educación, para que con sus rectores y profesores promuevan la cátedra Carnaval involucrando a los estudiantes a sentir el amor por estas fiestas y dentro de ella respectar a los hacedores de Carnaval, y por último que los organizadores a través de las estaciones de radio hagan pedagogía. Nosotros creemos que si se puede. Que si unimos esfuerzos les ganamos la batalla a quienes protagonizan la llamada guerra de bolsitas, botellas o piedras.