Las obras inconclusas, o los famosos elefantes blancos que tienen invadida a La Guajira, debería ser un tema de interés para las unidades investigativas de la Fiscalía, Contraloría y Procuraduría.
Las investigaciones en este departamento se parecen mucho a las obras, las inician, pero no se concluyen, o al menos, pocas personas conocen sus resultados.
Esta semana, El Molino ha sido noticia por la solicitud del Ministerio de salud que, a través de su oficina jurídica, a cargo de Rodolfo Enrique Salas Figueroa, ha solicitado a la gerente del hospital San Lucas, Isabel Aponte Díaz, la devolución de $7.224.939.737.00, destinados a la remodelación de la sede del hospital San Lucas.
El director de la Unidad Jurídica, Rodolfo Enrique Salas Figueroa, por instrucciones del propio ministro de salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, ha entregado un plazo perentorio para que retornen estos recursos a la Nación.
¿Qué pasará con la obra? Eso es grave. Los trabajos tienen un retraso del 86.26%, lo que significa que, a julio de 2023, apenas se había ejecutado el 13.74% del contrato No. 01, firmado entre el hospital y el Consorcio Hospital San Lucas de El Molino.
Si los dineros se devuelven al ministerio, los molineros se quedarán con ocho vigas de concreto levantadas en un año, en el predio donde antes, funcionó el hospital San Lucas, el cual fue demolido para dar paso a una moderna sede. Estas obras tienen fallas, de acuerdo a las advertencias que ha formulado la interventoría. Todo apunta, a que la gente se quedará sin hospital.
La gerente del centro asistencial Isabel Aponte, ha obrado con claridad y transparencia. Ella asumió el cargo en mayo del 2024, lo que significa que ya todo estaba consumado, pero su responsabilidad la ha llevado a iniciar los procesos para recuperar con la aseguradora, el 50% que el año pasado, se entregó al Consorcio Hospital San Lucas, para iniciar la ejecución del contrato.
El Molino es tierra de grandes juglares de la música de acordeón. Es un municipio pequeño, no tiene corregimientos. Dicen que lo que Dios le iba a entregar en territorio, se lo otorgó en laboratorios de verdaderos líos, la mayoría relacionados con la política.
En sus calles, el rumor, los bochinches, los señalamientos, corren como agua desbordada. Se dice de todo, lógicamente nadie tiene certeza de nada, y cada ‘bochinche’ lleva el tradicional sello: “a mí no me consta”. O, la clara advertencia, que no responde por lo que se diga.
Pese al lío armado, todavía las ‘ías’ no se asoman por el pueblo. No existen denuncias oficiales. Se corre el peligro que el San Lucas pase a convertirse en un bello elefante blanco, adornado por unas millonarias vigas de concreto y un olor que expele el contenido de un contrato, cuyos ejecutores, sostienen que no los dejaron trabajar.