El pasado 18 de enero fue un día carnavalesco en Riohacha. La gente salió a las avenidas para darle el recibimiento a los 40 camiones cisternas que venían a darle solución al grave problema ancestral que arrastra la península con el suministro de agua potable.
Muchos se acordaron que a finales del siglo pasado, un gobernador en 1997 hizo un desfile con unos gigantescos tracto camiones que transportaban tubos de 30 pulgadas, para el sistema de alcantarillado de Riohacha. También para esa fecha, la gente salió alborozada a las calles para aplaudir el descomunal desfile.
Años después los tubos se convirtieron en competencia para los moteles, porque los utilizaron para que las parejas enamoradas, pudieran disfrutar de las delicias sexuales, sin tener que pagar una confortable cama.
Parece que el caso de los 40 camiones lleva la misma ruta. Los camiones se encuentran estacionados en bases militares, en parqueaderos de Riohacha y Uribia, mientras que la población agoniza por falta del preciado líquido.
Esas son las paradojas de la vida, las mismas que menciona Camilo Namen en su canción llevada al acetato por ‘Beto’ Zabaleta. Los tubos nunca sirvieron para el sistema de alcantarillado y ahora, los camiones corren el riesgo de ser desvalijados lentamente, sin que al final, nadie pueda responder.
El problema de la falta de agua en casi todo el departamento no ha desaparecido. Solo hay colocación de pañitos de agua tibia con un poco de alcanfor. Diariamente las comunidades wayuú, claman por un poco de agua.
En las últimas horas los habitantes de El Cabo de la Vela, el principal balneario turístico de La Guajira, cerró sus puertas por falta de agua.
Es mentira que los camiones no estén aptos para ingresar a muchos territorios indígenas. Es cierto que algunos caminos no tienen la capacidad de soportar el peso de estos vehículos, pero dentro de la compra llegaron unos de menos volumen que podrían cumplir con ese encargo.
Las comunidades cercanas a Riohacha que están a lado y lado de la Troncal del Caribe y la vía Valledupar, claman por un poco de agua. Allí pueden llegar los polémicos vehículos. ¿Por qué no los utilizan?
Las barbas de Carlos Carrillos no se asoman por La Guajira. Parece que el millonario negocio de Luis Eduardo Rosero, ‘El Pastuso’, y Olmedo López, hubiesen resuelto el problema de sequía en La Guajira.
Entendemos que la Fiscalía está investigando. Suponemos que se deben terminar los procesos. ¿Pero quién atiende la emergencia que viven las comunidades?
Parece que nuestra hermosa región estuviese condenada a vivir en medio de los desaciertos, la baja planeación, el despilfarro, la incapacidad para investigar, sancionar y recuperar los dineros del Estado.
Son pocas las obras que se concluyen ajustándose a los cronogramas de trabajo. En la mayoría la plata desaparece.