Pues bien. Sucede, señoras y señores de Barrancas, de La Guajira y de Colombia entera, que la mayoría de esas obras y de otras ejecutadas en las demás administraciones municipales han venido siendo destruidas y/o deterioradas y desmanteladas en una forma sistemática por los vándalos. El Parque de Agua Luna, que después de haberse convertido en el sitio turístico de mayor importancia del Sur de La Guajira, fue destruido totalmente.
La cascada y la fuente de agua del ‘Callejón de las Brisas’, ya no existen, sino otras obras ejecutadas con posteridad. Sobre lo que atañe a la tarima, que, entre otras cosas, es la de mayor atracción en todo el Departamento, entre la comunidad barranquera existe un insistente runrun en el sentido de que la van a destruir para cambiarle de sitio dentro de la misma plaza, algo que es difícil de creer, y que de ser cierto, tal adefesio es posible que se convierta en un deterioro patrimonial en donde tendrían que intervenir todos los organismos de control del Estado, sobre todo la Contraloría y la Procuraduría. La fuente de agua que está frente a la iglesia catedral y que aún conserva la misma arquitectura de la tarima, dejó de funcionar hace ya varios años; lo primero en desaparecer fueron las dos turbinas que impulsaban el agua hacia sus géiseres y actualmente su interior está contaminado con un lodo reseco y putrefacto, a la vista de propios y extraños.
Afortunadamente Fondeba aún está funcionando. El objetivo principal del Fondo Educativo Municipal de Barrancas –Femba– fue el de otorgarle préstamos blandos a los bachilleres con miras a ingresar a las universidades y/o a los que ya estuvieran estudiando en ellas e igualmente para los profesionales con miras a especializarse. El número de los que fueron favorecidos con ese préstamo es bastante alto. El programa de Inseminación Artificial, que funcionaba en forma gratuita para todos los ganaderos del municipio, no duró lo que debía durar; el único alcalde que dimensionó su importancia fue el otrora burgomaestre Juan Francisco ‘Kiko’ Gómez Cerchar, un mandatario que en sus dos administraciones siempre miró hacia el campo agropecuario.
Todo esto, aunque parezca insólito, es un indicativo fehaciente de que los barranqueros carecen del sentido de pertenencia.