La situación en el país, convulsionado por protestas sociales en los últimos meses, aparentemente tiende a normalizarse; aún persisten algunas escaramuzas, en las principales capitales del país. Son muchas las opiniones encontradas que nos llevan a preguntarnos ¿Quiénes son los culpables? Esta particular tendencia de culpar a los demás, se ha generalizado en Colombia y hace parte de nuestro diario vivir. Una forma irresponsable y grotesca que tenemos de cerrar los ojos y, sin medir las consecuencias, acusamos a los demás de todo cuanto sucede: pero es seguro que, antes que digamos “me equivoqué”, primero decimos que fue por culpa del tránsito, de la lluvia, de los militares, de la mala suerte y hasta del gobierno anterior; y no es culpa nuestra. Esta conducta, según los estudiosos psicólogos, indica la falta de personalidad y responsabilidad, producto de la inmadurez. Lo cierto es que necesitamos culpables, que sean los pararrayos de esa forma irrespetuosa de tratar a los otros y que nuestros desatinos pasen desapercibidos.
Siguiendo el camino de culpabilidad y culpables, que marcan los actos de violencia y vandalismo de las últimas semanas, en el país, justificados por muchos y condenados por otros, encontramos señales que han cruzado la historia del país, como las señales preventivas del tránsito que vemos a orillas de las vías; “calzadas resbaladizas”, “bifurcaciones”, “curvas a la izquierda y derecha” y “animales en la vía”, entre otras. De igual manera, encontramos las señales verdaderas y causantes de las protestas sociales, enmarcadas en el camino de la indolencia, injusticia, inequidad, indignación y, por supuesto ignorancia. Estas son las verdaderas causantes de las protestas y, por consiguiente, conllevan a que estemos asistiendo a un proceso gestado hace años, siglos tal vez. Sin lugar a dudas, podemos decir que las palabras señaladas y calificadas como causantes de los desmanes, fueron escogidas a propósito y tienen la particularidad que todas inician con la letra “I”; por eso “la I es la culpable”.
Si nos remitimos a la historia, ésta nos dice que estas protestas, en Colombia, no son nuevas: en 1740, en Cartagena la alcabala, antiguo tributo que se pagaba al fisco, incrementó sus impuestos, los contribuyentes protestaron por ello. En 1765 en Cali, por el mismo problema, impuestos excesivos. En el siglo pasado, 1909, marcha estudiantil por problemas sociales, causaron la renuncia del presidente Rafael Reyes Prieto; en 1954, renuncia Rojas Pinilla y fueron asesinados 10 estudiantes y 20 heridos; 1971, el movimiento estudiantil, que marcó la historia de Colombia, representó la mayor movilización de estudiantes; 20 estudiantes murieron. También hubo marchas, no menos importantes en 1977, 2008, 2011, 2019. Conociendo estos antecedentes, porque la historia no miente, ¿Por qué tantos gobiernos no han hecho nada? Fue necesario que la juventud despertara y continuara un proceso gestado hace mucho tiempo. Parece ser que Colombia es un barco sin timonel: fue necesario que el agua nos llegara al cuello para enterarnos que hemos naufragado en una crisis social, política y económica.
El filósofo y escritor británico, Aldous Huxley, manifestó que “la experiencia no consiste en lo que le ocurre a un hombre, sino en lo que éste hace con lo que le ocurre.
La experiencia nos viene diciendo que esta crisis social, política y económica, que estamos viviendo entre marchas, protestas y violencia, se han generado por muchos años, que han sido suficientes para tratarlos y corregirlos. ¿Qué se ha hecho al respecto? Nada. La indolencia, durante todo ese tiempo, ha creado una línea deslizante entre gobierno y pueblo, abriendo una inmensa brecha de inequidad. No estamos acostumbrados, ni los de arriba, ni los de abajo, a tratarlos ni siquiera con el sentido común.
Precisamente, estos fenómenos sociales están vinculados a los pueblos desde siempre y se presentan cuando las personas comprometidas con la vida o con su condición social, despiertan de ese sopor macondiano de García Márquez, y se lanzan en busca de condiciones sociales mejores, por tantos años de injusticias, reclamando sus derechos y romper esa inequidad opresora que nos ha mantenido limitados a un desarrollo equitativo, a la justicia social donde se pueda dejar atrás la ignorancia bajo la educación, dentro de un cambio social incluyente, con un buen servicio de salud y que todos vivamos nuestra existencia con una buena calidad de vida, sin ser culpables como la I.