El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘Festival vallenato’ de la autoría de Luis Francisco Mendoza Pitre, quien la hizo como homenaje de desagravio a Luis Enrique Martínez en 1971 cuando en el Festival Vallenato consideró que ‘El pollo Vallenato’ no fue derrotado en la tarima por Alberto Pacheco Balmaceda sino que salió maltratado en las garras del jurado, esa canción fue grabada por ‘Alejo Durán’ y Nelson Henríquez siendo las dos versiones agradables y exitosas, y la hemos recordado a propósito del tema que ocupa nuestra atención.
Acaba de concluir con su éxito acostumbrado una nueva edición del Festival Francisco El hombre en Riohacha, desde la perspectiva socioeconómica es y viene siendo un evento de profundas connotaciones, pero desde el punto de vista histórico musical injusto con el personaje que le dio su nombre.
No se entiende cómo es posible que mientras muchos sectores de La Guajira como afiebrada gitana en noche de luna llena se ufanan del nacimiento en La Guajira de la música vallenata tradicional y se expresan inconformes porque supuestamente los vallenatos se han llevado su música, en el más grande festival que se realiza en este departamento no exista una categoría en la competencia como espacio reivindicatorio de esos antecedentes históricos, y para recordar al juglar adelantado que por sus habilidades en el toque y su canto se hizo acreedor a la admiración de sus conciudadanos y al reconocimiento que tiene a nivel mundial.
En días pasados en ‘La polémica vallenata’ de Cardenal Stereo donde participamos en calidad de polemistas manifesté esa inquietud, y todos los Ayatolas de la vallenatologia se me vinieron encima manifestando que es innecesario porque no obstante que se trata de un festival de música vallenata “con nuevos aires” a ningún concursante se le prohíbe interpretar sus canciones en forma tradicional, creo que fui mal interpretado o no me hice entender, mi propuesta es que se incluya en su programación de competencias una categoría especial para quienes deseen competir interpretando canciones vallenatas con estilo tradicional pero con la agrupación completa lo cual no corresponde a una copia de lo que se hace en los demás festivales sino a una interpretación clásica pero “con nuevos aires” al incorporar a cada presentación los instrumentos usuales en las grabaciones fonográficas y los conciertos, todo para que el festival sea más universal en su contenido y cubrimiento musical y como una contribución al rescate de la tradición musical de la región y para que no termine convertido en un festival de la nueva ola.
Entiendo a quienes no están de acuerdo conmigo, lo hacen en el ejercicio de la libertad de pensamiento, de expresión y opinión que son derechos constitucionales fundamentales y soy el primero en hacer lo que toque para hacérselos respetar, pero insisto en mi tesis que ese aporte del festival para mayor conocimiento sobre el vallenato de viejos y originales aires por parte de las nuevas generaciones no solo es necesario sino urgente y prioritario, el Festival Francisco El Hombre que todos valoramos y reconocemos sus méritos requiere que sus directivos coloquen el oído al piso para no seguir de espaldas al Plan Especial de Salvaguardia de la música vallenata tradicional que así no lo reconozcan algunos es la fuente de la cual se nutrió el embrión de la criatura que ya se ha despojado de los pantalones cortos y esta imbuida en los pantalones largos, Colombia y especialmente La Guajira tiene un compromiso por cumplir para corresponder ante la declaración en 2015 de esta que es la música más bonita del país como Patrimonio de la Humanidad, y el festival riohachero no puede ser indiferente a esa circunstancia, sabemos que el Festival Vallenato ha llevado la batuta en los esfuerzos por la preservación de ese vallenato tradicional que ha estado en peligro de desaparecer, pero esa tarea no solo le corresponde a la fundación que lo organiza sino a las demás, corporaciones y comités que asumen la quijotesca responsabilidad de organizar eventos sobre música vallenata con aires viejos o nuevos, se trata de un acto de justicia ineludible, de un homenaje tardío pero no por ello innecesario a la memoria de Francisco Moscote -el de carne y hueso- y los demás juglares que se fueron y nos dejaron como legado su ejemplo musical.
Ruego a Dios y a Santa Rita ‘la chiquita’ de Monguí, la milagrosa del mantico azul, que haga lo suyo para que mi comentario no sea mal interpretado, soy consciente que cada quien tiene su manera de matar las pulgas y no estoy llamado a ordenarle a Álvaro, a Ruth y los cuchachos que los secundan cómo deben hacer el festival. ¡He dicho!