Pululan en las universidades deambulando de un lado para otro sin estudiar nada. Se les reconoce fácilmente por su andar cansino, aspecto desgarbado, mochila terciada al pecho, boina al estilo ‘Che’; algún distintivo de la izquierda en su vestimenta y su lenguaje ‘inclusivo’. Son los típicos ‘mamertos’ de la izquierda que viven en nuestras universidades públicas.
Una carrera de pregrado dura de 5 a 7 años y el estudiante que excede ese tiempo, salvo causa justificada, es porque perdió más de un semestre. A ningún estudiante debe permitirse reprobar más de dos semestres o un año durante su carrera, so pena de ser excluido de la ‘U’. ¿Por qué – entonces -hay matriculados ‘estudiantes’ con 7 o más años en las universidades oficiales?
La educación privada es costosa y no está al alcance de todos. La ‘U’ pública no ofrece suficientes cupos para los bachilleres, por lo que estudiar en una universidad pública es un privilegio. El sistema público no puede darse el lujo de aceptar vagos que le quiten el derecho a la educación a quienes quieren estudiar de verdad. Que en la ‘U’ de Antioquia permanezcan ‘estudiantes’ con más de diez años y, un señor va a cumplir veinte años de estar matriculado en dicha institución es algo inaudito. Increíble que en todo ese tiempo esos ‘estudiantes’ no hayan culminado sus estudios.
Estudié en la universidad del Atlántico que es pública. Allí también había este tipo de ‘estudiantes’ vitalicios que nunca terminaban sus estudios. Eran jóvenes ‘revolucionarios’ perteneciente a las Juventudes Comunistas (Juco) que admiraban al ‘Che Guevara’ y el modelo comunista de la antigua Urss.
Seguían las ideas de Marx, Mao Tsé Tung, León Trotski y el ‘barbón’ Fidel Castro, cuya revolución de esa isla soñaba con implantar por toda América.
Era la época de los 80’s y el mundo vivía la llamada ‘guerra fría’ entre Estados Unidos y la Urss. La vida académica universitaria estaba influenciada por la dialéctica de las ideas de izquierda; y en medio de ese ambiente de ideas ‘revoluchas’ estaba yo como ‘mosca en leche’.
Por supuesto, no había afinidad con mi ideario político que distaba mucho de esas corrientes ideológicas y sistemas políticos represores de la libertad y de los derechos humanos que representa el comunismo.
Centroamérica era un polvorín. Nicaragua afrontaba un estallido social contra Somoza, El Salvador sufría una guerra civil. En Colombia había terminado el Frente Nacional. La izquierda dominaba los sindicatos. La guerrilla copaba parte del territorio nacional.
El M-19 se tomaba la Embajada de República Dominicana, robaba armas del Cantón Norte y asaltaba el Palacio de Justicia. En Suramérica los militares gobernaban en Argentina con Videla; en Chile con Pinochet y Alfredo Stroessner en el Paraguay.
En las universidades había estudiantes vinculados con la guerrilla urbana. El país aún recordaba ‘el Bogotazo’ de 1948 donde fue asesinado Gaitán y la masacre de las bananeras en 1928. Cada aniversario de estos hechos históricos los ‘revolucionarios’ izquierdistas junto con los universitarios salían a las calles a incendiar buses, tirar piedras; quemaban llantas en la vía pública, lanzaban ‘papas explosivas’ y se enfrentaban con la fuerza pública causando disturbios. Era normal ver militarizadas las universidades.
La izquierda inoculó de comunismo a las universidades públicas convirtiéndolas en laboratorios de sediciosos contra el sistema democrático.
En sus aulas se ha adoctrinado sobre Marxismo, Leninismo, fuente ideológica del socialismo comunista. Algunos de mis profesores hacían apología en favor de la izquierda usando su cátedra como método de alienación política. No sucumbí a esas ideas por mi formación política demócrata Libertaria.
Si quieren tener una idea de la simpatía que profesan por la izquierda los estudiantes de las universidades públicas, vayan al campus de la Nacional para que vean las paredes pintadas de grafitis, murales con la imagen de revolucionarios y consignas comunistas por todas partes, panorama que se repite en todas las ‘U’ oficiales.
Esos ‘estudiantes’ vagos siguen enquistados en las universidades. Se infiltran en los órganos de representación estudiantil, o son parte de algún partido político de izquierda que financia sus actividades y les pagan para reclutar y adoctrinar militantes para el partido Comunista.
No son los mejores estudiantes, su nivel académico es bajo, son indisciplinados, no asisten a clases, eso sí, a la hora de promover ‘paros’ son los primeros.
Se mantienen en las universidades gracias a la ayuda que le brindan sus tutores políticos que son los mismos docentes. Su léxico es escaso, limitado a palabras como ‘reaccionario’, ‘esquirol’, ‘burgués’, ‘proletariado’, ‘lucha de clases’, ‘anarquía’ y bla, bla.
El Ministerio de Educación Nacional debe realizar un censo para saber cuántos son, dónde están y por qué duran tanto tiempo en las universidades, mientras miles de jóvenes con deseos de estudiar no pueden ingresar a la ‘U’ pública por falta de cupo.