Han pasado cinco años desde la aparición nefasta del Covid-19 o Coronavirus. En medio de semejante pandemia, aparecieron opiniones alrededor de la escritura correcta de la novedosa plaga que diezmó a la población mundial. ¿Es masculino o femenino el término? Finalmente, la RAE tomó parte en la controversia.
Dijo: “Ambas formas son aceptables. Masculino, si se considera que es un virus. Femenino, porque es una enfermedad”. Lo cierto es que durante el largo tiempo que debimos soportar dicha pandemia, los gobiernos implementan medidas desesperadas, improvisadas casi siempre improvisadas, porque no se tenían antecedentes.
En esos tiempos de cuarentena, impuesta por las autoridades sanitarias, volví a leer un cuento genial de Julio Cortázar, escritor argentino que ocupa un sitial de preferencia entre mis gustos literarios. Al escoger ‘La autopista del sur’, quise destacar un aspecto que resalta en esta obra y tiene que ver con la solidaridad que se desborda en el relato. En la vida real, la catástrofe que nos agobió por más de dos años, nos cambió por dentro y por fuera; además, nos dejó expectativas, como el compromiso de ser mejores seres humanos a partir de ese momento. Como dato curioso, revivió en los diccionarios la palabra ‘resiliencia’, tan necesaria para recomponer el orden mundial y volver a la semilla, como han dicho muchos poetas.
El coronavirus logró sacar a flote sentimientos que hibernaban en nosotros, sepultados por la vida más o menos tranquila que llevábamos hasta la aparición de esta calamidad universal. Lástima que tuviera que ocurrir una catástrofe de tanta magnitud para que supiéramos que somos vulnerables. Pero como no todo ha de ser negativo, la humanidad ha comprendido que sólo con espíritu solidario podemos salir de remolinos trágicos como ese que sacó de su eje al planeta. Fue solo un remezón; suficiente para que aprendiéramos a valorar algo poco ejercitado: la fraterna convivencia.
Volviendo a la obra de Cortázar, en vez de relacionar esta situación de pánico colectivo con los hechos narrados por el escritor francés Albert Camus en su novela ‘La peste’, 1947, prefiero destacar en estas líneas, aunque en forma somera, el aislamiento temporal de un grupo de viajantes que sufre un embotellamiento o trancón cuando tratan de llegar a sus hogares en París.
‘La autopista del sur’ es un relato corto de Cortázar. Con maestría narrativa el autor describe las relaciones que desarrollan personas desconocidas entre sí, víctimas de un problema que los afecta por igual. Ellos, recursivos ante la adversidad, se ingenian para superar de mutuo acuerdo una sorpresiva desgracia. Sin conocer aún la causa del embotellamiento, los viajantes crean una comunidad en miniatura en la que predomina la solidaridad.
Las acciones comienzan un domingo por la tarde en la carretera Fontainebleu-París. Debido a que los vehículos no pueden avanzar, los viajantes poco a poco se van conociendo, aunque permanecen inquietos y pendientes del momento en que puedan desplazarse siquiera algunos metros; muy pronto la parálisis es total. Entonces no tienen más remedio que dormir en sus vehículos y al lado de la autopista. Los días son insoportables por el calor de agosto. Las necesidades abundan, los ánimos se exacerban por momentos, pero se calman al final.
La solidaridad de los viajantes permitió que los automovilistas menos fuertes fueran auxiliados; algunos enfermaron, un anciano murió y un hombre se suicidó. Otros salían a estirar las piernas y se aventuraban a averiguar las causas del embotellamiento; regresaban con noticias falsas y rumores inquietantes que causaban alarma: “Un choque entre dos autos, con tres muertos y un niño herido”. “La colisión de un Fiat 1500 con un Austin lleno de turistas”.
“El accidente de un pequeño avión pilotado por la hija de un general; habría chocado contra la autopista con saldo de varios muertos”.
Aparte del aspecto de la solidaridad hay que destacar en el cuento de Cortázar la ausencia de nombres de personas. En todo el texto actúan como ‘el ingeniero del vehículo Peugeot 404’; ‘dos monjas del 2HP’; ‘la muchacha del Dauphine’; ‘el señor pálido que conducía un Caravelle’; ‘un matrimonio con su hijita en un Peugeot 203’; ‘un matrimonio campesino en una Ariane’; ‘dos jovencitos molestosos en un Simca’; ‘dos hombres con un niño rubio en un Taunus’… Después de muchos días de aislamiento, los viajantes regresan a sus hogares para continuar sus actividades cotidianas.
El ingeniero del Peugeot 404 y la muchacha del Dauphine toman rumbos diferentes: él no conocerá jamás el resultado de sus encuentros furtivos en esas noches desamparadas del embotellamiento. Es un cuento surrealista, con la magia de Cortázar.