No solo a nivel mundial, es decir, ridículos planetarios, sino en Latinoamérica, en lo nacional, regional y local. Saltan cada cierto tiempo propuestas o pretensiones de personas con esos liderazgos que rayan en la ridiculez. Bien podría decirse que por extrañas parecen inocentes o benévolas, pero si le pones la lupa y usas la imaginación e inteligencia pueden devenir en tragedias o catástrofes al momento de hacerse realidad. Detrás de cada una de ellas hay un perverso y oculto propósito, cuyo objetivo siniestro podría ser las ansias de acumular poder o riqueza a costa del bienestar de los pueblos, comunidades o de toda la humanidad, o sencillamente pura ignorancia.
Sorprendió al mundo civilizado las declaraciones de Donald Trump presidente electo de USA de querer comprar Canadá y Groenlandia, de retomar el Canal de Panamá y cambiar el nombre del Golfo de México. Lo ha dicho sin sonrojarse: Canadá debería convertirse en el ‘Estado número 51 de Estados Unidos’ y ya en redes sociales se refiere al primer ministro del país como ‘gobernador Justin Trudeau’. Se demuestra que su lema, ‘Estados Unidos primero’ tiene una dimensión expansionista. Ambiciona Groenlandia tanto por su posición estratégica, como por sus reservas de minerales necesarios para la tecnología avanzada. Lo cínico y ridículo de sus deseos es que no descarta utilizar su poderío militar y económico para conseguirlo.
Edmundo González Urrutia, el oso más grande de América Latina, fue el candidato de la oposición venezolana en las pasadas elecciones. Reconocido por varios países como el presidente electo basándose en unas inciertas actas de votación que indicaban su victoria, aunque el Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó a Nicolás Maduro como ganador. Hizo una pequeña gira por algunos países afines a su ideología y en cada uno de ellos confirmó su decisión de llegar a Caracas a posesionarse como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Al final quedó en ridículo y la mayor reserva mundial de petróleo sigue siendo el móvil de muchos entramados.
Algo inmensamente ridículo hizo el expresidente Álvaro Uribe Vélez a raíz de la posesión presidencial de Venezuela, al convocar en Cúcuta, su otrora ciudad fortín político, una gran concentración para pedir una intervención militar al vecino país. Fue un evento con ecos de campaña; al expresidente lo acompañaron en la tarima los senadores del Centro Democrático que ya aspiran a la Presidencia en 2026. Es evidente que a ese partido no le importa Norte de Santander y mucho menos la situación en la frontera. Uribe lanzó su encendido llamado a la guerra ante unas doscientas personas, que incluían lógicamente, sus escoltas. Este anuncio causó respuestas radicales con lanzamiento de huevos.
Otro ridículo nacional lo hizo el alcalde Federico Gutiérrez cuando ordenó borrar el mural ‘Las cuchas tenían razón’; arte urbano, que hace referencia directa a la tragedia de La Escombrera, ubicada en la Comuna 13 de Medellín que se convirtió en una de las ‘fosas comunes más grandes de Colombia’. Este lugar guarda la memoria de la Operación Orión, una intervención militar realizada en 2002 que involucró a la fuerza pública y grupos paramilitares, y que dejó una huella imborrable en las comunidades afectadas. Luz Helena Galeano lideresa del colectivo de mujeres buscadoras de sus hijos y esposos manifestó que precisamente el alcalde Gutiérrez había suspendido la búsqueda de los restos óseos en su primera Administración en 2016. Los actuales hallazgos le dan la razón.
Ocurrieron dos hechos casi que al mismo tiempo en La Guajira; el senador Deluque hace proselitismo con la división del municipio de Uribia y el líder de Nación Wayuu, José Silva anuncia el cierre del territorio wayuú si no se consigue el puerto para el proyecto Sirius-2. Lo primero raya en lo ridículo precisamente porque invocando la Constitución Política, se propone algo inconstitucional y lo segundo porque cerrando el territorio se terminan de morir de hambre los niños y adultos mayores de la etnia. Vaya sorpresa que el líder wayuú está de acuerdo con la propuesta del senador y amplios sectores que apoyan al senador y al gobernador están de acuerdo con ese bloqueo específico. Partir a Uribia de paso es quitarle poder al actual alcalde de Uribia, enemigo político del senador. Hay que ser cuidadoso con el control de la Alta Guajira, ya que siempre ha sido apetecido para bases militares invasoras y por el narcoparamilitarismo.
El mayor ridículo, que no le quita brillo a los demás mencionados, lo hizo nuestro secretario Distrital de Gobierno, Wilson Rojas Vanegas, que decidió, en nombre de la Alcaldía, prohibir los carnavales en el centro histórico de Riohacha e impedir que sus carrozas transiten por la Calle Primera por los niveles de inseguridad que existen en la ciudad. Esa desafortunada y desatinada declaración muestra la ignorancia absoluta de nuestra historia y tradiciones. Solo le faltó prohibir los Embarradores porque sus disfraces pueden ocultar gente dispuesta a delinquir. Afortunadamente, los cultores carnavaleros y algunos periodistas cuestionaron la decisión, por lo que le tocó al mismísimo alcalde echar atrás esas intenciones.