Los últimos cuatro meses han sido de visitas constantes a las IPS, EPS, hospitales y clínicas, para realizarme algunos chequeos médico-clínicos preventivos, previas citas y autorizaciones especializadas.
Estas visitas, por consiguiente, conllevan en sentarme por horas en las salas de esperas de consultorios atiborrados de personas que buscan la atención de los facultativos para curar sus dolencias. Es cierto que las famosas ‘salas de espera’, y así lo entendemos, son el primer contacto de los pacientes para acceder a los servicios médicos. Pero con mucho pesar, algunas de estas salas no son las adecuadas porque carecen de iluminación, ventilación, baños aptos y sillas adecuadas para el descanso mientras dura la eterna espera. Permanecemos con la mirada fija en el monitor, esperanzados en que aparezca el número asignado para ser atendidos. Muchas veces el desespero nos invade y se agota la paciencia esperando la hora de salir de ese lugar.
El pueblo está enfermo y a esos enfermos les sucede como en la Divina Comedia, de Dante: “Llevándolos de aquí para allá, de arriba abajo sin que abriguen la esperanza de tener un momento de reparo, ni de que su pena se aminore”.
He sido cuidadoso dedicando parte del tiempo, de las esperas, en la observación de esas personas, gente del común, de los estratos bajos, sin recursos económicos, lejos de sus residencias en busca de atención especializada y de medicamentos. Además, con el ánimo de completar la comprobación en forma directa, he interactuado con ellos y con algunos de sus acompañantes que, de forma amigable, explicaron los muchos inconvenientes que tienen esperando su atención. Algunos dicen que se demoran entre tres y cuatro horas esperando para que les practiquen un procedimiento que dura 10 minutos. Otros muchas veces tienen que irse sin ser atendidos porque se quedan “varados” sin recursos para pagar su estadía.
Nadie está exento de enfermarse. Sabemos que tenemos un organismo que produce sus defensas para proteger el cuerpo, llamado sistema inmunológico y es importante preservarlo. La verdad es que a nadie le gusta enfermarse. Es, quizás, la situación más crítica que le puede pasar a una persona. Permanecemos días solicitando citas para la atención médica y los respectivos medicamentos o, en el peor de los casos, internado en un centro hospitalario.
Por otro lado, existen barreras como la falta de centros de atención, mala calidad del servicio y los excesivos costos ocasionados por los mecanismos que determinan los copagos y de las cuotas moderadoras. Estos costos, según el Ministerio de Salud y Protección Social, son de los más bajos en Colombia, pregonando, además que el sistema de salud ofrece demasiado a los colombianos dándoles, inclusive, tratamientos de alto costo. También consideran que la cobertura de la salud en Colombia es la más alta de Latinoamérica, con un indicador superior al 95% de su población. Sin embargo, una encuesta realizada por el Banco Interamericano de Desarrollo establece que el 70% de esa población está insatisfecha con dicho servicio. De acuerdo a lo señalado, el año anterior por el profesor Alejandro Arrieta, de la Universidad Internacional de la Florida, “es frecuente que en los países avanzados en el sistema de salud los pacientes asuman el acceso a estos servicios como un derecho, por tal razón exigen más”. El gobierno entrante propuso crear incentivos para que las EPS mejoren la atención de sus afiliados.
Hay quienes defienden el sistema de salud y hay quienes lo critican severamente. De acuerdo al punto de vista de cada quien. En Colombia, a pesar de las características del sistema de salud que presenta el Ministerio, entre los años 1997 a 2012, el acceso a los servicios médicos disminuyó, según datos tomados de la Encuesta nacional de Calidad de Vida (ENCV), presentando una desigualdad entre las regiones. Tenemos territorios con variables socioeconómicas y del sistema de salud, abrumados por personas enfermas. La Guajira es uno de esos territorios en los que se conjugan todas las variables que contribuyen en forma determinante que su población enferme y muera, especialmente la infantil.
Por mucho que diga el Ministerio de Salud y Protección Social que el sistema de salud de Colombia tiene una amplia cobertura, la gente en La Guajira seguirá enfermando y por consiguiente muriendo. Esto demuestra que el nivel de salud en las personas no está ligado, por ninguna razón, a las entidades ni a los servicios médicos que ellas prestan, porque este es un proceso de gran complejidad, afectado por diversos factores en los cuales son determinantes la alimentación, la vivienda y, especialmente, por los ingresos económicos familiares. Si las familias, logran mantener un desarrollo económico estable, tendrán una vivienda higiénicamente saludable y una alimentación acorde y sostenible, tendrán un crecimiento permanente, elevando su calidad de vida y buena salud.