A propósito de los diversos mensajes que circularon en la pasada Semana Santa, la mayoría coincidían en la inaplazable necesidad de un cambio de actitud personal, independiente de cualquier opción religiosa, frente a la dramática situación de crisis social, ambiental, económica, cultural, político-institucional que sufre en general el mundo.
Especialmente en relación con el impacto adverso a la sociedad civil, la institucionalidad y la democracia de los conflictos bélicos, el cambio climático, la transición energética, el hambre, pandemias, la desigualdad, la situación de injusticia, la migración, violación de los derechos humanos, por citar algunos.
Guardada las proporciones, no es muy diferente el histórico Viacrucis que padece Colombia, sus territorios, pero especialmente, las poblaciones más vulnerables que intentan sobrevivir a una calamitosa situación, agravada por quienes han detentado el poder en Colombia que se presentan como Mesías para salvar de la opresión y la pobreza al pueblo colombiano cuando en la realidad han sido sus verdugos.
El anterior planteamiento se puede evidenciar en cabeza, entre otros, del partido Conservador, de la U y Liberal, que se suponen están en la coalición nacional y tienen representación en el Gobierno nacional, frente a la Reforma a la Salud, la Laboral y la Pensional que presentó recientemente el Gobierno para la discusión y aprobación en el Congreso.
Antes estas transformaciones propuestas, y emulando el Imperio Romano de hace más de 2000 años, las reacciones de la mayoría de senadores y representantes de esas facciones políticas, ha sido asumir la estrategia dilatoria de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957) descrita en su libro Gatopardo “cambiar todo para que nada cambie”. Dicho de otra forma: “El cambio por el cambio” para que todo siga igual con el supuesto de “construir sobre lo construido”. O sea, “más de lo mismo.”
Otros se lavan las manos como Pilatos, el prefecto de Judea, y le colocan una vela al Gobierno y otra al César; otros, se rasgan las vestiduras en público, pero en privado piden contraprestación por su voto; otros aplican el dicho popular que no hay cuña que apriete más que la del mismo palo.
Otros preguntan: ¿La reciente firma de la ponencia de la Reforma a la Salud gubernamental por parte de los representantes Gerardo Yepes del Partido Conservador y Camilo Ávila del Partido de la U, se puede considerar una “traición” a su bancada y jerarquía partidaria?
Inclusive en esta coyuntura, hasta el Fiscal General de la Nación y la Procuradora General de la República pescan en río revuelto, generando una campaña de miedo y profetizando consecuencias catastróficas de las reformas propuestas para perfilar eventuales candidaturas presidenciales.
Pensando con el deseo, guardamos la esperanza que los congresistas, especialmente los de La Guajira y la región Caribe, después de realizar un profundo examen de conciencia en estos días de vacaciones de Semana Santa, reconsideren su decisión en relación con los proyectos de reformas antes aludidos. Por supuesto, con todo el derecho a controvertir el contenido de los mismos, tanto en las comisiones como en las plenarias de la rama legislativa colombiana, así como en las audiencias públicas que se programen para su examen ciudadano.
Al comenzar esta semana de pascua, y ante el momento crucial por el que atraviesa Colombia, estamos convocados a profundizar el proceso de reconciliación a través del diálogo constructivo y asumir un propósito de enmienda en la dirección de avanzar en la construcción de una paz estable, duradera y total, para los cual son indispensables avanzar de manera concertada en las transformaciones necesarias para superar el conflicto interno que padecemos desde el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán
Concientizado que para sacar adelante las reforma se deben privilegiar el interés general, y no el particular, debemos comenzar esta segunda semana de abril con la certeza que sino se aprueban y ejecutan las reformas prometidas en el programa de gobierno 2022-2026 “Colombia potencia mundial de la vida”, no se concretará el cambio por el cual votó mayoritariamente el pueblo colombiano, exponiéndose el Presidente Petro a una revocatoria del mandato y la ocurrencia de una nueva versión del 9 de abril de 1948 (Día de las víctimas) que pueda conducir al país a ser un Estado fallido.
Reiteramos, sin las implementaciones de las reformas pactadas no se logrará el cambio que impostergablemente necesita y reclama Colombia.