Expresión común, pero de alto significado cuando de valorar situaciones y circunstancias de cualquier índole y de las que, generalmente, se espera un resultado. De eso se trata este escrito. Analizar y evaluar para tener autoridad conceptual.
No voy hacer un juicio de valor, pero sí me pregunto en voz alta, ¿Para dónde vamos con el actuar de este Gobierno del progresismo, o de izquierda si la bandera de esperanza que enarboló en campaña fue, principalmente, erradicación de la corrupción? y de paso, cambios y reformas sociales.
Sin duda, lo que más generó expectativas en la contienda electoral entre Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, fue el punto en sus programas de Gobierno de acabar con la enraizada, empobrecedora e indignante manera delictuosa de manejar lo público en este país: la corrupción. Aquí me viene a la mente una ley de Murphy, “lo que mal comienza, debe terminar mal”.
Y como premonición nefasta, comenzó el Gobierno del cambio del Presidente Petro con actos, ‘jugadas’, entuertos y todo tipo de vil, descarada e ignominiosa corrupción, como por ejemplo, recepción de recursos de dudosa procedencia ‘para la campaña’, y otros hechos iguales o peores a los que hemos estado desgraciada y dolorosamente acostumbrados; y eran esos hechos de corrupción los que soñábamos que desaparecieran, o como me recordó un amigo una expresión presidencial: “llevar la corrupción a su más mínima expresión”.
Inició el presidente Petro su gestión de Gobierno con un gabinete que para la mayoría de los colombianos, tenía hombres y mujeres de las más altas calidades profesionales y técnicas.
Sin negarlo, algunos de ellos familiarizados con las prácticas de gobiernos anteriores, con ideología de derecha o de centro, duchos todos en el manejo de todo tipo de gestión en la función pública y privada; formados como estadistas o funcionarios de alto nivel en las más altas esferas de la gerencia latinoamericana.
Pero se desató el demonio de la intriga, intolerancia y desacuerdos personales y dieron al traste con esa posibilidad de gobernar en mancomunión entre la vieja estirpe política del país con los noveles alfiles del progresismo colombiano. Afirmo que esa conformación nos hizo predecir “que la racionalidad política había llegado a Colombia”; se celebró que por fin se puso por encima de intereses personales, políticos y de élites el bien supremo de la patria. ¡Y más duró “una cucaracha en un baile de gallinas” que ese matrimonio político-social de la dirigencia colombiana!
Entonces comienzan a darse en cascada escándalos, ciertos o sospechosos, pero visibles y de todo tipo de criminalidad.
Por ejemplo, está aún en un ‘huracán’ la investigación y decisión del Consejo Nacional Electoral sobre la campaña Petro presidente. Sin querer, uno inmediatamente relaciona esto con la campaña del “aquí estoy y aquí me quedo”. Escándalo por escándalo sobre la financiación de las campañas, obviamente, cada una con su estilo y formato y ocupando lugar propio en la historia político-electoral del país.
Luego se nos vino encima el escándalo de los 40 carrotanques para La Guajira, hecho este que destapó el entramado de corrupción dentro de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo y Desastre (Ungrd) encabezada por funcionarios nombrados por el Dr. Petro. Esto es el símil de la defraudación dada por el programa de conectividad de los Centros Poblados, proyecto del Ministerio de las TIC del Gobierno de Iván Duque.
También, en menor proporción en su monto económico, se le presentó a este Gobierno un lío con las ollas comunitarias; creo que todavía no hay cuentas claras con esa plática. Así de embolatá está la obra Cara e’ gato en el Canal del Dique donde muchos gobiernos anteriores ‘metieron’ mucha plata.
Después se atragantan en el Congreso de la República con el trámite de reformas que uno se extraña que no hayan sido bien aprobadas, porque uno consideraba que esas reformas eran el cambio que nos habían propuesto, y mirábamos con buenos ojos muchos de esos cambios planteados; y hasta el ciudadano común se decía ¿y si son reformas para mejorar, por qué no le dan pase los congresistas? Hicieron lo mismo con los mismos métodos y maniobras macabras usadas en su momento para aprobar la reforma para reelegir a Uribe: comprar votos de congresistas para aprobar esas reformas.
A gobiernos anteriores les ponían las evidencias de actos indelicados, criminales y dolosos de altos funcionarios y muchas veces aparecieron los presidentes de la república para defender lo indefendible, a darse golpes de pecho y alardear honestidad y transparencia para luego tener que reemplazar a esos funcionarios; siempre días antes salen esos funcionarios a los medios de comunicación a hacer blanqueamiento de nombre y dar lecciones de honestidad, de ética y moral, y, al día siguiente les toca “cambiarse el pañal por la embarrada con C” y abusivas actuaciones en lo que debió ser el cumplimiento de su deber honrando su cargo.
¿Hay algo diferente hoy en la situación con el exministro Bonilla? ¿Hay diferencias de actuaciones corruptas del pasado con esta del presente?
Da tristeza a quien le ocurrió y lo que ocurrió en el Ministerio del Deporte del Gobierno del presidente Petro. Muchas cosas están por decirse aun en este caso que también están ocultas al parecer bajo contubernio y acompasadas con el maléfico acuerdo de ‘hagámonos pasito’. ¿qué tiene también para protegerse y mantenerse en el poder el exsenador y exdiplomático Armando Benedetti? Igual se sostuvieron muchos exfuncionarios y amigotes del expresidente Uribe y otros presidentes.
Así como fueron a las cárceles agentes del expresidente Uribe, lo que se consideró delito, abuso, así lo han hecho familiares y amigos del presidente Petro.
¡Eso no es lo que se esperaba! ¡Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Es el mismo capuchón en cuerpos distintos?
Al analizar estas situaciones nos cunde, principalmente a los petristas, a los que votaron por Petro y a los que no votamos por Petro, una decepción y al mismo tiempo una desesperanza porque quienes nunca habían gobernado y se consideraban adalid de la solidaridad, la reivindicación social, la honestidad y la transparencia, a la primera oportunidad no solo mostraron las uñas sino las garras, no solo afloraron la verdad de sus falsas convicciones sociales sino que llegaron al poder fue a desahogar su resentimiento y a liderar la venganza de lo que dicen ellos: “fueron 200 años de sometimiento”.