Por Juank Mendoza
18 de diciembre del 2016, estoy acostado en un chinchorro a la orilla del río Tocaimo, disfruto el plácido descanso después de un sancocho de costilla, carne asada, arroz, yuca, plátano asado, queso suave y bajo en sal. Mientras esto escribo, la brisa suave mi piel acaricia, la vegetación es verde y vigorosa, el río es cristalino, el agua golpea las rocas en una melodiosa sinfonía natural. A este concierto se unen las voces de Martín Elías, Peter Manjarrez, Silvestre Dangond, Nicky Jam, Carlos Vives, Ernesto Mendoza, entre otros cantantes que invitamos a nuestro paseo enclavados en plena Serranía del Perijá.
Ellos gustosamente aceptaron la invitación y nosotros los trajimos a todos. Uno a uno fueron interpretando sus canciones en el mejor de los conciertos de fin de año. Gracias a nuestro parlante portátil del que reproducíamos sus crónicas hechas canciones. Los niños y jóvenes se bañan en el río, los adultos reposan su almuerzo, entre tanto las mujeres recogen las sobras, dejan limpio el lugar y los perros comen lo que queda, como sucede con frecuencia en los paseos. El ambiente es agradable, se respira aire puro, los presentes conversan espontáneamente, no hay señal de celular, este paseo es como un retiro espiritual que a todos permite encontrarse con la naturaleza, consigo mismo, con los demás y con Dios: “Pues el cielo proclama su gloria y el firmamento pregona la obra de sus manos”, como dice el Salmo 19.
El tiempo pasa y: no se nota que son ya las 2:15 p.m., sigo acostado en el chinchorro, he dormido como un niño en brazos de sus padres, he descansado sin preocupaciones. Hay paz en este lugar, es un delicioso paseo familiar. Estamos a unos días de celebrar la Navidad, ya se siente ese bello aroma de la noche buena, en la que cantaremos: “Noche de paz, noche de amor. Todo duerme en rededor, entre los astros que esparcen su luz, viene anunciando al niño Jesús. Brilla la estrella de paz”. Ese brillo, lo puedo ver en cada rostro de los aquí presentes, ya en sus corazones es Navidad, ya en su interior ha nacido Jesús. Se nota en su alegría, fruto de su “Dar, servir y compartir”. Porque ellos no solo dan, sino que se dan a sí mismos en lo que “dan, sirven y comparten” con los demás. Ellos de Dios se sienten amados y por eso, pueden amar también a sus invitados.
Ya casi regresamos a Media Luna, estamos en la finca del señor Santiago Lozano, quien nos invitó junto con algunos de sus hermanos, su madre, esposa e hijos a pasar un día diferente para “dar, servir y compartir” la Navidad. Gracias a Dios así ha sido. Hasta aquí este relato, dejo el celular a un lado, me levanto del chinchorro, me pongo la pantaloneta, voy rumbo al río a disfrutar esa agua fría y cristalina, agua que me habla de Jesús, el agua viva que sana, limpia, sacia y da vida eterna. La gente me mira cuando escribo, ignorando que los estoy dibujando con mis palabras en este relato navideño. Se enterarán después, cuando lo lean en Facebook, en un periódico u otros se lo cuenten. El río me llama, yo obediente escucho su voz y zasss, me fui, me tiré al río, chumpundún…
A todos les digo: “den, sirvan y compartan” en familia, verán a Jesús nacer en sus corazones, eso es Navidad. Calma, paciencia, sigamos cuidándonos en medio de esta pandemia, pronto tendremos vacuna para este mal, pronto volverán nuestros paseos navideños en todo su esplendor como el que les conté arriba. Tengamos fe en que volveremos a encontrarnos, a abrazarnos sin temor, abramos a Dios el corazón y el mundo será mejor. Bendiciones a todos y continuemos preparándonos para una feliz Navidad.