Nuestros municipios claman buenos alcaldes y buenos gobiernos locales, pero también se requieren buenos ciudadanos y buenos contribuyentes. Para el desarrollo social y económico de nuestro pueblo se requiere del concurso de todos, de los que eligen y de los que gobiernan. No se trata de elegir a los mandatarios para luego sentarse en el umbral de la inconformidad a criticar y criticar y a esperar que solo, gobierne bien.
A los alcaldes hay que rodearlos y apoyarlos, deponiendo intereses políticos y politiqueros y como patriotas ayudarlos también a gobernar. Un buen ciudadano tiene derechos y tiene deberes, respeta las normas y las promueve y las impulsa, lo mismo que, las políticas públicas que benefician el bienestar de la población. En la sana convivencia debemos respetarnos los unos a los otros en las diferencias y ponernos de acuerdo para trabajar juntos por el desarrollo de nuestro pueblo, sin olvidar la mística y el respeto que merece la investidura y la dignidad de aquellos que elige el pueblo.
Recordemos que el ciudadano tiene muchos deberes, pero los más importantes son los valores cívicos, de comportamiento y de valores.
Un buen ciudadano es aquel que muestra con palabras y hechos, la voluntad, la disposición y el interés de alcanzar el bienestar, la paz y la sana convivencia desde su perspectiva como constituyente primario de la democracia participativa. Hay que respetar el Estado Social de Derecho y la democracia participativa que da a unos el derecho de gobernar y a otros de ser gobernados. El régimen nos obliga a respetar las leyes y normas que rigen la vida social.
También como buenos ciudadanos debemos ayudar a conservar la naturaleza y el ambiente y los bienes de uso público. Igualmente, un buen ciudadano es quien respeta los ideales de la constitución nacional y en consecuencia, respeta la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad de todos. En nuestro pueblo no podemos ser ciudadanos de palabras y lo que buscamos es el propio beneficio apagando la luz de otros para que brille la propia. Más que criticar a los mandatarios territoriales, desde los medios de comunicación y la prensa hablada y escrita debe impulsarse y promoverse la cultura ciudadana y una cultura del buen contribuyente. Hacer pedagogía por el cuidado de las plazas y parques, por el ahorro del agua, para no arrojar basura en la calle y para respetar las normas y señales de tránsito, además de denunciar los delitos como el hurto de los bienes públicos, contribuye a la administración pública y a un buen Gobierno.
La cultura y conciencia ciudadana para vivir en sana convivencia y paz, genera una cultura de legalidad, tolerancia, confianza, paz política y seguridad ciudadana. Del mismo modo, se debe impulsar y promover una cultura de pago de las obligaciones de los contribuyentes. No podemos exigir sin dar lo que nos corresponde.
Recordemos que, con los recursos propios y de libre destinación es que los alcaldes pueden dar respuesta a nuestros derechos, necesidades y problemas oportunamente. Por eso, pagar y estar al día con los impuestos, predial, de industria y comercio, rodamiento y alumbrado público, es muy importante para una entidad territorial, sobre todo, las que son dependientes de las transferencias del Gobierno nacional.
Los alcaldes por su parte también deben implementar nuevos modelos de planificación y gestión que le permitan romper estos paradigmas y estereotipos para recuperar la confianza y alinearse con su ciudadanía y avanzar hacia el desarrollo de sus municipios con un nutrido portafolio de proyectos de inversión pública. Dirigir, planear y ejecutar la gestión institucional con el debido seguimiento y controles, es función del mandatario elegido. Indudablemente, que este triángulo del buen Gobierno, entre el buen ciudadano, el buen contribuyente y un buen alcalde arroja como resultado una gestión exitosa con valor público.
Pero los alcaldes deberán implementar en el Gobierno local políticas públicas de integridad, de transparencia, acceso a la información pública y lucha contra la corrupción. Lo anterior alineado con la responsabilidad misional de planeación institucional, gestión presupuestal y eficiencia del gasto público, defensa jurídica y control interno.
Tomando conciencia de que, para alcanzar la confianza del ciudadano en su gestión, el alcalde debe convertir la alcaldía en una entidad íntegra y transparente, innovadora y con planes de mejora transparente y que rinda cuentas públicas con resultados efectivos. Un buen Gobierno local se consolida con los ciudadanos como buenos contribuyentes y con conciencia de lo público y cultura ciudadana, y en armonía con unos medios de comunicación imparciales y objetivos.