Después de analizar varias investigaciones de muchos folclórologos connotados, hombres y mujeres, estudiosos de nuestro folclor, y con mucho ahínco en la Música Tradicional Vallenata, mi apreciación, no de carácter científico sino de comprensión de esos hitos académicos que valoré, y el entendimiento de la fenomenología de la música vallenata, me lleva a determinar que la composición vallenata en los más de 130 años de existencia ha tenido evolución y transformación, y en algunos momentos, los dos indicadores juntos.
De aquel formato rustico, rural, sin mayores medidas gramaticales y semánticas pero diciente y comprensible, sin complejidades para narrar, para hacer una declaración o un reclamo, o llevar un mensaje o dar una información, en los inicios de la composición en nuestra música vernácula, hemos pasado a esquemas muy pulidos gramatical y semánticamente, “perfumados” algunos, inoloros otros y muchos con colores y olores por mejorar; muchos llenos de intelecto, con complejidades y de estos hay los entendibles y comprensibles fácilmente que dejan y han dejado orgullo en el uso del lenguaje y en el aprovechamiento de la musa, …y hay los “arribistas” que no son productos de la inspiración natural sino de la acomodación de frases y palabras, que se vuelven efectistas pero no trascendentes, por lo tanto, estos cambios ostensibles que unos los llaman retrocesos y otros avances en el bendito ejercicio de hacer una composición y de aprovechar la musa cuando llega, y otros, aprovechan cuando disponen de tiempo y se sientan a construir para acomodar frases y palabras y así darle cuerpo y vida a una situación que muchas veces no han vivido, pero tienen la habilidad de adecuar y así hacer una composición.
De lo expuesto en el párrafo anterior vamos a destacar los iconos de cada segmento temporal de esos más de 130 años de vida cultural de la composición vallenata y ojalá pueda, amigo lector, identificar usted cada segmento temporal.
Cuando establecemos la dicotomía de evolución y transformación, para mí, la evolución se ha dado manteniendo el estilo lirico y melódico; en lo lirico con mejoras en el uso del vocabulario, en la aplicación de las normas gramaticales y en las formas más avanzadas de exponer los temas, haciendo uso del buen lenguaje, urbanidad en la temática, ética en la composición y respeto por el motivo de inspiración y su entorno. En lo melódico, también es evidente la evolución, pero se establecen diferencias apreciativas que llevan al individuo oyente a comparar “melodías de antes y las de la época actual”
Hablamos de transformación cuando a nuestros formatos primigenios de la composición vallenata, les trastocan lirica y melodía. Esto, en cualquier época, es notorio. En la transformación hay reforma y conjuntamente con las redes y medios de comunicación alcanzan popularidad, pero sin arraigo, por eso muchas de las composiciones con transformación no marcan para erigirlas como “clásicos del vallenato”. En resumen, la transformación es la etapa de cambios, adicionando o suprimiendo elementos liricos o melódicos, y esto puede permitir ganar o generalmente, perder identidad folclórica vallenata.
Ahora, refiriéndome a íconos de cada momento de esas circunstancias de modo, o sea el arte de componer en la música tradicional vallenata, sin ser excluyente sino ajustado a las normas de imprentas, es dable que solo haga menciones simbólicas sin tener la intención de omitira nadie. A todos los compositores respeto y aprecio su don, así no comparta los estilos. En esa época inicial y avanzada la música vallenata con acordeón, en la misma época de Francisco El Hombre, y años más adelante, retrotraemos a Tobías Enrique Pumarejo. Él, y muchos de sus contemporáneos, son base creativa de la composición vallenata.
Sobre estos estilos, se ha dado evolución y transformación, lo que permite asegurar lo narrado en este escrito, por tener argumentos evidenciables.
Luego emergen figuras como Rafael Escalona, imagen del vallenato narrativo, costumbrista, romántico al natural y espontaneo; figura de la composición vallenata que evolucionó en el estilo, pero mantuvo el esquema autóctono, mejorando normas gramaticales, vocabulario y reforzando los principios básicos de respeto, buen uso y homenaje en la inspiración. A él y muchos compositores de esa línea, actualmente los recordamos con cariño, alegría y mucha nostalgia por sus piezas musicales; por ser compositores que evolucionaron y mantuvieron su autenticidad con mejoramiento de atributos de la composición vallenata.
Luego la época donde irrumpen compositores con evolución creativa, de inteligencia natural, muchos llenos de escolaridad y academia; muchos combinando el estilo de conquistar a la mujer rural y la citadina, con narrativas estructuradas, bien planteadas en su tema original, y coherencia de principio a fin, enmarcada en respeto; con notoria influencia urbana pero inspirados aun con el atavismo pueblerino, en donde a estos compositores la creación les nace por musa, y “no porque tengo el tiempo libre y puedo acomodar frases y palabras y así sale una composición”, ¡No!
Son Rafael Manjarrez y Roberto Calderón precursores, conjuntamente con otros distinguidos compositores de ese rutilante estilo de la evolución creativa, narrativa y exposición temática inteligente, fundamentada y prolija, sin transgredir cánones gramaticales, morales, de urbanidad ni normas sociales. Hubo sana evolución con conservación de lo propio y afianzamiento de lo auténtico.
Después irrumpe y al mismo tiempo causa disrupción al estilo auténtico de la composición vallenata, una forma transformadora de lo lirico y lo melódico. Una manera millenialls y centennialls de componer. Con patrones de composición indefinidos; con formatos melódicos, al parecer, derivados de los géneros vallenatos u otros géneros. Composiciones donde se plasma el nuevo comportamiento social y permiten suponer que son menos exigentes en la naturaleza lirica creadora porque generalmente carecen de musa o situaciones inspiradoras, sino que la imaginación libertina sin consistencia argumental, da para crear composiciones sin urbanidad, descriptivas con poco respeto –sin pecar de inocente–, y un formato lírico predecible, escasos temas y eso sí, con efectos en la memoria de corto plazo.
En el maremágnum de estas composiciones, no nos arriesgamos a resaltar iconos de la transformación. Tampoco hemos construido nuestra apreciación como cadalso, si no, como observatorio, donde todo mortal tiene el derecho de asentir o disentir, pero eso sí, con la esperanza de que también le aporten en lo bueno a la composición de la música tradicional vallenata.