Jorge Oñate se convirtió en la buena estrella para sus acordeoneros. Fue así como ganó con Miguel López, ‘Alvarito’ López, ‘Chiche’ Martínez, Fernando Rangel y Cristian Camilo Peña. Oñate era un defensor acérrimo de la música vallenata. A sus compañeros siempre los trataba bien, les compensaba bien su trabajo. Para él sus músicos eran también sus estrellas, así me lo manifestaba hace algunos días Fred Quintero, quien fue su corista por muchos años y una de las mejores primeras voces del vallenato.
Uno de los momentos más sublimes de Jorge Oñate fue cuando contrajo matrimonio con su paisana Nancy Zuleta, su gran amor, su compañera sin par. Esto ocurrió en el año de 1974 y desde ese momento Nancy fue su asesora de imagen y lo acompañaba en todas sus presentaciones musicales, ganándose con derecho propio el título de ‘La patrona’. Qué hermoso lo que inspiraba este hombre unamuniano de carne y hueso que no solo cosechó triunfos con su canto inmortal, sino que cosechó miles de amigos y de compadres. Con sus colegas artistas siempre en los momentos más difíciles, Oñate se hacía presente para darle el último adiós a un colega en el canto o en los arreglos musicales.
Al inicio de la historia de la música vallenata, se impuso primero el acordeonero o acordeonista, hablando de la década de los 20, 30 y 40. De ahí en adelante comenzaron a surgir voces, las cuales se iniciaron en la guitarra, pero fue finalizando la década de los 60, cuando surgió la voz más impactante y que comenzó a revolucionar la música de Francisco El Hombre, personaje mítico de La Guajira, a quien se le debe la patria potestad de esta música inmarcesible. Esta voz que se ha convertido a través del tiempo en la precursora de nuestra música es la de Jorge Oñate González.
Y gracias a todo el reconocimiento que merece el ‘Ruiseñor del Cesar’ o ‘Jilguero de América’, es que la Academia Latina de la Grabación, que otorga el Grammy, le entregó en Las Vegas en noviembre del año 2010, siendo su acordeonero el finalista en la emisión Rey de Reyes, Cristian Camilo Peña, el Premio a la ‘Excelencia musical’, distinción que le entregó el presidente de la Academia, el mexicano Gabriel Abaroa y que Jorge Oñate recibió con la mayor alegría, y le dio las gracias a Dios por este premio que enorgullece a la música vallenata, a la Paz, su pueblo, a su familia, a sus seguidores y en fin a la gente del Cesar y de La Guajira. Este premio que lo recibió por segunda vez un colombiano, el primero lo había recibido el maestro Rafael Escalona, el consejo directivo de la Academia selecciona cada año a 6 personas reconocidas por haber abierto brecha en el camino de la música vallenata.
En 1969 se cristaliza una de las uniones que más dieron alegría en el mundo de la farándula. Jorge Oñate y Miguel López, unión que se dio gracias a uno de los iconos de la caja, ‘el gran Pablo López’, ellos hicieron una prueba CBS (hoy Sony) en el apartamento de Pablo y fue así como grabaron su primer larga duración ‘Lo último en vallenato’. Allí se destacaron ‘Poncho’ Zuleta en la guacharaca y Pablo López en la caja, e incluyeron famosas canciones como ‘Bertha Caldera’, ‘La Paz’, ‘Diciembre alegre’, ‘Mis viejos’, ‘El gallo viejo’, ‘Dinastía de los López’, bajo el siempre recordado título de ‘Jorge Oñate y los Hermanos López’. Vinieron después grandes éxitos como: ‘Diosa divina’, ‘Jardincito’, ‘Reyes vallenatos’, ‘Las bodas de plata’, ‘El cantor de Fonseca’, ‘Duelo vallenato’, ‘Rosa jardinera’, ‘Fuera de concurso’, ‘Canto a mi tierra’ y ‘Lo mejor de los Hermanos López’. En estos siete años imborrables se destacaron temas que hicieron historia como ‘Cerro murillo’, ‘Tiempos de la cometa’, ‘La vieja Gabriela’, ‘El historiador’, ‘Mi gran amigo’, ‘No voy a Patillal’, ‘Palabras al viento’, ‘Dos rosas’. Es de anotar que después de Oviedo, Oñate parrandeaba con otro de los López ‘El Debe’ ya fallecido.
En mayo de 1975, graba con ‘Emilianito’ Zuleta Díaz, un LP para el recuerdo donde se destacaron temas como ‘Mujer conforme’, ‘La gira y la parranda’ y ‘La mujer’. En diciembre del mismo año se unió a uno grande, ‘Colacho’ Mendoza, ‘Rey de Reyes’, haciendo paradigma en el primer LP de ellos: ‘Los dos amigos’. Unión ésta que se mantuvo hasta 1978. En este lapso llevaron al acetato un sin número de canciones contenidas en las obras musicales denominadas: ‘Únicos’, ‘Campesino parrandero’, ‘En la cumbre’ y ‘Silencio’. De esta unión quedaron para la inmortalidad temas como: ‘Los Tocaimeros’, ‘Los dos amigos’. ‘Yo soy tu negro’, ‘Campesino parrandero’, ‘Rosa Angelina’, ‘Silencio’.
En el segundo semestre de 1978 se une a otro rey vallenato: Raúl «El Chiche» Martínez, con quien grabó 3 largas duración: ‘El cambio de mi vida’, ‘Siempre unidos’ y ‘Noche de estrellas’. En 1981 se consolida la unión con ‘Juancho’ Roís (q.e.p.d.), unión que se prolonga hasta el año de 1985 y quedaron allí temas grabados para la posteridad, entre los que se pueden mencionar: ‘El cantante’, ‘Ruiseñor de mi valle’, ‘Paisaje de sol’, ‘13 aniversario’, ‘Canto y tradición’, y ‘El cariño de mi pueblo’.
En su desarrollo histórico Jorge Oñate se destacó por grabar con los valores más insignes de nuestro folclor y es así como el inicio del año de 1986, lo hace con el hijo de Miguel López, ‘Alvarito’, con quien mantuvo una sólida unión hasta el año de 1995. Grabaron 8 extraordinarios discos que le merecieron los mejores aplausos del público y el reconocimiento de discos de oro y platino por sus ventas millonarias. Estos trabajos fueron titulados: ‘Ahora con Álvaro López’, ‘El jilguero’, ‘El folclor se viste de gala’, ‘Homenaje 20 años de vida artística’, ‘El más fuerte’, ‘Mi mejor momento’, ‘Bailando así’, ‘El vallenato de siempre’ y ‘Nací para cantar’. De nuevo con ‘Alvarito’ López, quien, al quedar libre por la muerte del inmortal Diomedes Díaz, el destino los vuelve a unir y en el año 2016 realizaron el mejor trabajo musical ‘Patrimonio cultural’, el CD más escuchado en toda Colombia, por su cadencia musical en la voz de Jorge Oñate y la melodía de ‘Alvarito’ López. ‘Alvarito’ en los 50 años del Festival Vallenato se alza con la corona Rey de Reyes. Premio más que merecido a un artista con clase y dinastía en la ejecución del acordeón.