La Guajira más desconocida. La del desierto melancólico y las apacibles rancherías, aquella que es el hábitat de la orgullosa raza indígena, La Guajira de los wayuú, es el personaje central de la novela ‘Jepira’. Esta novela del autor barranquero José Soto Berardinelli, debe servir de marco de referencia de esta raza milenaria, así como ‘Cien años de soledad’ marcó las costumbres de La Guajira, Magdalena y el Cesar del laureado escritor de Aracataca Gabriel García Márquez; ‘Jepira’ debe ser reeditada y convertida en la novela de consulta en todo el Departamento sobre el uso y las costumbres de la gran nación wayuú, inclusive debe concurrir en los máximos premios literarios a nivel mundial.
Es una novela de ficción y despliega en su interesante relato un conocimiento de primera mano de la cultura wayuú y de sus fascinantes costumbres milenarias. No es la Baja Guajira la que aquí sirve de escenario para un hondo drama, si no la Alta Guajira, aquella que se extiende entre la Serranía de la Makuira, sede de muchos mitos indígenas, y el vasto Mar Caribe, la tierra de los wayuú.
En su novela, José Soto ha sabido capturar la magia inquietante de esta región y el misterio de sus indios. Ese mundo aparece expresado en palabras, porque es imposible escribir sobre La Guajira sin detenerse en la fuerza de sus paisajes y costumbres. Ahí están los atardeceres dramáticos del desierto, los colores cambiantes de la serranía, el espejo eterno del mar y del cielo, el quieto laboral de las rancherías, la nota refrescante del jagüey, el secreto del chinchorro en la penumbra del rancho de Yotojoro y barro y las trochas, en su red intrincada que comunican una ranchería con otra.
Un cacique de la casta Arpusahana, uno de los personajes más interesantes dibujados en la novela es el imponente cacique Kasipa. Es un símbolo de la raza indígena. Su estatura heroica no disminuye con su tragedia. Es el vivo representante de una cultura que, hasta hace poco, fue guerrera y altanera. Kasipa es una leyenda viva y su nombre infunda respeto por toda la región. En este personaje es difícil distinguir la realidad de la fantasía con que lo ven sus súbditos.
Lo que si es cierto es que es un hombre temido, cuya riqueza le permite tener varias esposas, algo plenamente permitido dentro de las costumbres wayuú. Es el jefe de la casta, y manda y ordena desde Mayajupana, una ranchería con categoría social y económica, como existe en la realidad. Doce ranchos en semicírculos, con potreros a los lados para los carneros, chivos, reses y caballos. Cerca, en el jagüey Siapana, el elemento vital, el agua.
Kasipa, sin embargo, llega a su vejez en medio de una circunstancia trágica, por los excesos a que llegó por cumplir las antiguas leyes guajiras de la venganza. En esa vejez amargada, el orgulloso cacique vislumbra un porvenir distinto para sus hermanos indígenas y pide que se nombre un nuevo cacique, que, a diferencia suya, no dilapide las fuerzas de la raza en la guerra y la violencia, si no que trabaje por la comunidad y que traiga educación y salud al pueblo wayuú.
El autor incorpora en su novela los principales mitos de los wayuú, mediante los cuales los indígenas explican los orígenes del mundo, de los hombres y de su sistema de clanes. Uno de esos mitos es el de Mareiwa como el dios guajiro principal. “Mareiwa formó con greda y arcilla varias figurillas que tomaron vida y que él repartió en el territorio, dividiéndolo en clanes o castas”. Ese fue el origen de la raza wayuú. Otro mito, uno de los más sorprendentes, es el que se refiere a ‘Jepira’, el país de los muertos. En ‘Jepira’, donde van todos los wayuú muertos, hay abundancia de agua y vegetación.
La madre del protagonista, Mekora y Kasipa, dos hermanos que se odiaban a muerte, marchan a ‘Jepira’ después de su fallecimiento.
Un pueblo que tiene que elegir entre la pasividad y la acción, frente a la fatalidad de sus leyes, es el drama que pinta José Soto en su novela ‘Jepira’. Los wayuú tienen que descubrir líderes que conduzcan a la raza, un tránsito al que no pueden escapar. Es la transición desde las costumbres atávicas hasta la integración a la sociedad mayor, la colombiana, la civil.
El cacique Kasipa representa ese viejo mundo, que si no encuentra un nuevo proyecto, tendrá una lenta agonía. El protagonista, un indígena que llega a ser sacerdote, representa la posibilidad de apuntar hacia nuevas finalidades.