En 1933 el presidente de los EE.UU. de América, Franklin Delano Roosevelt, popularizó el plazo de los cien días de la administración pública y eso quedó como un símbolo, sobre todo en Colombia para los presidentes, gobernadores y alcaldes que inician su periodo administrativo. Se esperan logros en ese plazo, desde obras físicas, decisiones administrativas contundentes, hasta ofertas de planeamiento administrativo factible, creíble y que llenen las expectativas del pueblo. El más ‘efectivo juez’ de ese plazo de tiempo es la comunidad.
Luego viene la espera que establece el pueblo: ‘la gabela’ del primer año de Administración. Al dar ese espacio de tiempo se espera que adelanten puntos sensibles y prioritarios de su programa de Gobierno, obviamente, esperando que hasta mediados del primer año de mandato les aprueben el Plan de Desarrollo. Por esto no es la comunidad tan severa en calificar gestión y logros al final del primer año, y es quizás muy permisiva con muchos, porque también se han popularizado que encuentran decisiones de la Administración anterior y dicen que se convierten en talanqueras u obstáculos para tener incidencia importante, significativa, sobre el desarrollo del departamento o municipios en el primer año de la Administración.
Voy a continuar mi columna con mis postulados sobre la administración pública al asumir o para asumir un mandato.
Son algunas etapas de acciones técnicas y otras políticas que enmarcan el arranque, desarrollo, evolución y cierre de una Administración, por lo tanto, no cumplirlas bien desde el principio, es el primer resbalón de los mandatarios regionales y locales.
La primera etapa es el ejercicio de empalme que si éste se hace bien les permite a los administradores tener una foto fidedigna de lo que van a recibir, y así mismo, investigar el entorno creado alrededor de lo que se va a recibir, por lo tanto, los equipos conformados y el director de este ejercicio o asesor para el mismo, deben garantizar una información veraz y de valor para que se convierta en un elemento importante de la segunda etapa; esta segunda etapa es la del planeamiento de objetivos, de propósitos, de estrategias y de avizorar las políticas necesarias para adelantar exitosamente la Administración (Plan de Desarrollo, PD).
En el transcurrir de esta segunda etapa está uno de los primeros reveses de los administradores y es cuando los ejercicios de empalme y PD son ‘figuras de cumplimiento legal solamente’ y no una herramienta estratégica para tomar decisiones, planear logros y construir confianza en los participantes donde a veces, muchos, son los futuros funcionarios, y dicen privadamente cuando esto ocurre: “con el desayuno se sabe cómo va a ser el almuerzo”, y es porque toda esa información que se levanta, organiza y patentiza la realidad de la entidad territorial, no se toma en cuenta para planear, ejecutar y enrumbar la Administración entrante sobre bases ciertas y concretas.
A propósito, eso está pasando. Eso se está viendo ya en algunas administraciones. Y ese es el futuro y presente de los Planes de Desarrollo, porque estos se convierten por abandono y falta de cumplimiento de sus mandatos, como las grandes piezas virtuales decorativas de las páginas web de las administraciones territoriales.
Entonces, si la comunidad cumple con su deber constitucional de participación ciudadana y le hace seguimiento a dichos planes, ahí comienza el primer descalabro político ‘de los políticos dueños de las administraciones’, porque se genera entonces el primer resentimiento del administrador público, llámese gobernador o alcaldes, y de su círculo de confianza, porque sienten como enemigos de la administración a esos veedores, ojeadores, o ciudadanos comunes y corrientes que hacen seguimiento al cumplimiento de ese programa de Gobierno propuesto a la comunidad e inscrito en la Registraduría, y al Plan de Desarrollo aprobado.
Por todo lo anterior, señor gobernador, señores alcaldes y alcaldesas, el primer año pasado, 2024, en que se dieron la primera y segunda etapa que ya he definido en este escrito, fue más que todo de observación (empalme), planeación (PD), ejecuciones asertivas y prioritarias, y, para conocer bien lo que ustedes tienen entre manos.
El segundo año, corresponde entonces, a ejecuciones de corto, mediano y largo plazo que quedaron plasmadas y comprometidas en las campañas.
Entonces preciso, este 2025, segundo año de Administración, es año de ejecuciones, de las construcciones de obras de infraestructura y de servicios para mejorar o para cumplir sueños de la gente cuando no han tenido o han esperado por muchos años esas anheladas obras; año de la corrección de comportamientos o cambios de conductas ciudadana a través de educación y cultura. Es en este segundo año cuando ustedes tienen la primera oportunidad de ajustar, enderezar y de garantizar la senda de éxito en la Administración.
Bueno, si pasaron los 100 días y se acabó la gabela del primer año, viene sin falta, o, hacer obras físicas de impacto social, mejorar el funcionamiento de la Administración, mejorar servicios sociales y domiciliarios, generar empleo y empleabilidad, o, la comunidad inicia su conteo regresivo de bueno, malo y pésimo si no hay respuesta acorde a lo comprometido, y ahí sí, sin lugar a dudas, si no se dan, se inicia la debacle.
Se acabó señores y señoras administradores el tiempo de los titulares nomás, de las excusas; de culpar a los demás, de ‘bailar el indio’, “de brindar los caramelos envenenados a las comunidades para que se traguen los cuentos”.
La tercera etapa que intuyo es para, además de fortalecer el mandato técnico y político de la primera y segunda etapa, a del aseguramiento para terminar obras y de arrancar obras nuevas, pero, y repito, pero, de ir consolidando la huella de la transparencia, de las cosas bien hechas y de la eliminación de la corrupción. Su ámbito de acción es el tercer año de Administración.
En el tercer año de Administración se comienza a pensar y actuar diferente, así uno diga que no. Por eso, desde ya a prepararse para que el tercer año de mandato sea el año de más ejecuciones y realizaciones, de más entregas de obras de infraestructura y de servicios sociales, y sean sus logros un insumo importante para el cuarto año que es ‘un año político, año venenoso’; de seguirse cuidando más de los infortunios legales y jurídicos; un año con todas sus implicaciones electorales.
Es el año de la evaluación de los Planes de Desarrollo y de otras acciones para saber si van bien o van mal; el año donde algunos tratan de amainar las críticas a las administraciones ‘para salvarlas’, y otros de arreciarlas y de agudizarlas más para convertirlas en ácido y cicuta.
¡Bueno queridos mandatarios, a darla toda! La mejor encuesta es gratis y es frente a las comunidades; no es apareciendo con gran favorabilidad en encuestadoras y en el terreno de las realizaciones: nada. ¡Ojo, en este segundo año muestren su talante!