Estamos en los días de las novenas y la víspera de la Navidad. Las luces multicolores, la pirotecnia, el arbolito, las velitas, la Nochebuena y la Navidad ya llegaron a nuestros hogares. Retornan parientes y estudiantes a casa a compartir la llegada de los regalos y el niño Dios. La brisa decembrina, los cañaguates florecidos, los vallenatos viejos del recuerdo, las calles arregladas con motivos bíblicos y religiosos y las guirnaldas y las luces de diciembre predominan como una costumbre pagana en los pueblos de la provincia de La Guajira. Bendito diciembre con sus caras tristes y alegres.
Navidad, es la fiesta más linda del año con sus tristezas y desengaños. Recordamos aquel humilde pesebre donde naciera Jesús de Nazaret, en medio de animales, para luego, convertirse en salvador de la humanidad al cumplirse la profecía. A mí en particular, se me arruga el corazón de mucha nostalgia cuando llega diciembre con sus navidades. Los amigos de la barriada que se fueron a la eternidad y ya no están con nosotros. Igualmente, los amigos del colegio y de la U, los líderes de la tropa, que se marcharon sin decir adiós. También se fueron nuestros padres y padrinos, aquellos que le besábamos la mano derecha hincados de rodillas frente a ellos, para recibir su bendición y su aguinaldo. Ya las costumbres de mi pueblo se han perdido, los niños no leen ni creen en las fábulas ni en los cuentos infantiles ni en Santa Claus, ni en los Reyes Magos.
La fantasía y la ficción de las navidades han perdido sus encantos, porque hoy es más cruda esta triste realidad que nos agrede y nos envilece. Como siempre, hay quienes tienen navidades tristes y navidades alegres. Unos se reúnen en familia y disfrutan la Nochebuena con natilla y buñuelos alrededor de un pavo relleno y una copa de vino. Otros en cambio, pasan las navidades entre las angustias y tribulaciones propias de la desesperanza y el dolor por la pérdida de un ser querido y no encienden luces ni disfrutan de villancicos ni cánticos navideños como otros. Esa es la ley de la vida, la alegría y el dolor son la esencia de la vida. Pero lo cierto es, que diciembre es el mes de los encuentros y de la reconciliación, la paz y la concordia entre vecinos, hermanos y paisanos.
Estos son los días de botar la basura de la casa y el corazón, de renovar votos, de desocupar el closet y la cartera de todo aquello que no sirve para que vengan las buenas nuevas y las bendiciones con un nuevo año y sus navidades. Así mismo, debemos desocupar nuestro corazón y nuestra mente, de aquello que nos atormenta y tanto daño nos hace para nuestra vida y nuestra salud. Este tiempo, es el tiempo de Dios para el perdón y el olvido, la paz, la reconciliación, el entendimiento y la concordia. Es tiempo de sacar de nuestros corazones el odio, el rencor, el resentimiento, la rencilla, y todo aquello que no nos deja ser felices y vivir en paz y armonía con nuestros semejantes. Es tiempo de una palabra de aliento, de fe y de poesía con mensajes de esperanzas. Este es un tiempo de recogimiento y reflexión, de mucha oración y unidad familiar, para analizar lo vivido y lo que falta por vivir, para seguir enfrentando la vida con sus retos y desafíos. No hay como ver a la gente feliz, y solo diciembre con sus navidades lo logra. Todos venimos a ser felices y útiles, recuerda que un día sin sonrisa es un día perdido y no hay como la satisfacción del deber cumplido.
El abrazo espontáneo y solidario de alegría y de dolor entre la pareja, los vecinos, amigos y hermanos, son el común denominador en diciembre. No se si el olor de los jardines, la caricia de la brisa, los villancicos, los cánticos de Navidad, la nostalgia de los que se fueron y no están con nosotros, pero en diciembre hay tantos sentimientos encontrados que nos ponen más sensibles y nobles los corazones para perdonar y olvidar las ofensas recibidas. No hay mejor ocasión para reconciliar y perdonar que diciembre. Dejemos que sea diciembre con sus navidades y la presencia del niño Dios quien haga la obra y atempere los espíritus y nos regale la paz tan anhelada, la que siempre se nos ha escurrido como agua entre las manos.