Iniciada una confrontación bélica, la óptica del que da la orden de un ataque y la óptica del que debe cumplirla, no siempre son las mismas. El que da la orden del ataque tendrá mejor conocimiento de causa, de aquel que solo sabe que existe una causa para ese ataque (la orden). En ese mismo sentido, cuando cursan procesos judiciales, son las partes en litigio, los que conocerán los rasgos especializados de cada postura, y sus abogados apoderados, quienes con su conocimiento da forma de cómo defender dicha contienda.
Lo anterior no impide, que aquel que no hace parte de dicho litigio, pueda opinar sobre el asunto, por cuanto toda persona tiene derecho a tener formado un juicio particular sobre lo que cree de determinada persona o cosa, hasta que se reafirme o se le demuestre lo contrario. Quiere decir lo anterior, que la opinión es la expresión personalísima de cada individuo, compartiendo o no, inclusive, preceptos normativos; aunque esté obligado a cumplirlos.
Indicar que el zapatero opine solo de zapatos, es limitar su pensamiento o, lo que es peor, impedir su pensar. Con esa consigna de creer que solo algunas personas pueden realizar “X” o “Y” cosas, se ha excluido a otras personas para el ejercicio de ciertas actividades; recuérdese que en Colombia la mujer solo pudo ejercer su derecho al voto a partir de 1954, desarrollándose así otros derechos de las mujeres. Pero el adagio de zapatero a tu zapato no es verdad absoluta, porque al mejor panadero se le queman los panes en la puerta del horno, así como jueces, a pesar de conocer su profesión y la competencia asignada, cometen errores en sus fallos, que los han llevado a varias clases de sanciones, médicos que por sus malos procedimientos han causado daños que hoy los tienen pagando sanción.
Las opiniones no contradicen un deber de cumplimiento cuando una autoridad así lo disponga, pero dicha disposición u orden de autoridad, no inhibe la opinión. La importancia de la opinión no se da solo cuando el zapatero habla de zapatos, sino cuando el zapatero no involucra los zapatos para dar su opinión.
Lo que sí es cierto, es que la opinión de un zapatero sobre zapatos debería ser mejor valorada, sobre aquel que no lo sea, pero, igualmente, nada impide que el no zapatero sepa lo roto que está el zapato del otro.
Así las cosas, las contrapartes en un conflicto tendrán sus propios sentires del mismo conflicto, y cada quien informará lo que cree es la verdad, porque cada quien defiende su opinión en la forma que a bien lo quiera, porque no hay cosa más cómoda, que disparar desde las propias trincheras.