Si no pasa nada extraordinario termina hoy un año particularmente difícil para mucha gente y de múltiples peligros para la estabilidad institucional por la inversión de valores y el ejercicio arbitrario de las propias razones como única forma de reclamar derechos, es decir reclamando derechos constitucionales propios violando los derechos constitucionales ajenos, y con anuncios nuevos de insistir en mañas viejas que es lo peor, igual está presente en nuestra mente la canción titulada ‘Amanece el nuevo año’
de la autoría de quien la canta Polo Montañez, el gran cantautor cubano que se fue de este mundo el 26 de noviembre de 2002 cuando ya era un ídolo internacional y se le había compuesto la cuchara y apenas a sus 47 años de edad, esa obra musical vino en el Álbum
‘Guajiro Natural’ que salió en el año 2000.
Evidentemente también están en mi mente los gratos recuerdos de esta fecha de connotaciones sublimes de nuestra vida sabrosa en el pueblo a donde vi por primera vez la luz, todo era maravilloso, todos nos alegrábamos por el regreso al pueblo de quienes estuvieron fuera, muy especialmente quienes trabajaban todo el año en Venezuela. Era como si vinieran hoy en día de Miami con regalos para todos. Cómo olvidar que el mejor regalo que traía ‘La Negra’ Peralta Rodríguez era para el Nene de la casa? Ella trajo para mí la primera guitarra que vi pues no la había visto ni en Televisión porque no teníamos televisor, aquello era emocionante, era
esa la ñapa porque ya El Niño Dios había colocado debajo de mi hamaca raya lo mejor que pudo encontrar para este niño que había prometido a su vieja que estudiaría para ser Rey. Cuidaba tanto mis regalos de Navidad que poco los disfrutaba, poco los sacaba de su caja para que no se ensuciaran por eso me iba a la calle a jugar con los juguetes ajenos, les hacía tanto aprecio que para la Navidad
siguiente se los mostraba a ‘La Negra’ para que se diera cuenta que los había cuidado, pensaba en mi inocencia supina que hacia lo correcto, no los dejaba ensuciar de arena.
Durante aquellas navidades y para esperar el año nuevo la gente se esmeraba por ‘arreglar’ la casa, y como muchas eran de barro y bahareque cambiaban su cubierta, para lo cual contrataban a Francisco Meriño ‘Franco el de Ñeca’ y ‘Lucho el de Chijo’ que eran los expertos en el corte y colocación de la palma amarga. Por su parte, Leopoldo Redondo un baranoero que vivió muchos años en Monguí era el encargado de pulir las paredes con una especial combinación de barro arcilloso, boñiga de vaca y cal, actividad que realizaba siempre acompañado de Limberg, cipote de nombre para un perro callejero, y mientras realizaba su artesanal labor, se
iba metiendo los petacazos de Jopo e Tigre – Chirrinchi- con su radio azul marca Sanyo encendido a todo volumen; recuerdo
que mi casa la pintaban mis hermanos que ya estaban grandecitos Ángel y ‘Chichi’, desde entonces, el olor de la pintura, me recuerda aquellos tiempos cuando eran otras nuestras prioridades, y en nuestra cabecita solo cabían los juguetes y el niño Dios.
Lástima que el tiempo que se va no vuelve. Todo ha cambiado para mal tal como lo describió en 1971 ‘Poncho’ Zuleta en la canción ‘Los tiempos cambian’. “Cómo cambian los tiempos y ni siquiera nos damos cuenta, cómo pasan los años y solamente queda el recuerdo”.
La llegada del minuto crucial de las doce de la noche en nuestros pueblos también cambió. Ahora es un tema citadino, nada que ver con lo que viví cuando estaba muchacho. La mayoría de la gente corría de un lugar a otro gritando, abrazando y muchas veces borracha, otros se iban a las cocinas a destapar calderos mientras iba apareciendo frente a uno gente a la que hacía mucho tiempo no
veía, rememorarlo hace recordar aquellos tiempos cuando la falda de mi vieja nos protegía de las brisas heladas de las navidades de antaño, era una brisa diferente, evocadora, embriagadora, penetrante y curadora de los males del espíritu.
Para estas fiestas se presentaban robos consentidos como una vez cuando el tío Manuel le regaló a Mariela, mi hermana, un
pizco blanco grandísimo para el sancocho de la noche del 31 de diciembre y resulta que ella iba cada rato a darle vueltas y de
comer en el gallinero y en un descuido el animal desapareció, y en la noche fue cuando se descubrió que Álvaro, nuestro hermano,
con otros primos, se lo robaron e hicieron una sopa en la parranda que tenían; y apropósito de robos de comida esta fresquito en mi mente el día que entré a la cocina de Elida Camargo y encontré a Segundo Iguarán ‘Pencancha’ tomándose a escondidas un sopa
que estaba en una olleta y me llamó para atrás de la puerta y me preguntó si quería, le dije que si, y después que nos la tomamos
la metió con los huesos en el mueble de la estufa de donde la había sacado, y me dijo que cuidado lo iba a echar al agua porque yo
también había comido.
Le prometí guardar silencio, tiempo después en la parranda que había en el patio, en el Kiosco llegó el comentario que se habían
robado la sopa que le habían guardado a Abadías Peñaranda para cuando despertara que estaba durmiendo en un chinchorro
la borrachera, desde luego no me iba a auto incriminar, cumplí la promesa de callar aquel concierto sabroso para delinquir, era
un sancocho de chivo delicioso, tenía más presas que vituallas, todo mundo reía por el asalto a la cocina ajena.
En este día cuando emocionados nos aprestamos a recibir el año nuevo extrañamos a nuestros viejos, a nuestros hermanos, nuestros primos que ahora celebran Navidad y año nuevo en el reino de la luz eterna. Wilfrand Castillo en su canción ‘Vientos de Navidad’ parece que narrara exactamente lo que en este momento de sol caliente y brisa fría estoy sintiendo cuando dice “Presiento con las brisas del verano la presencia de un hermano que por circunstancias de la vida de mi lado un día se fue, recuerdo los consejos de
mis viejos que a la tumba ya se fueron, quisiera devolver el tiempo para verlos otra vez, Navidad quisiera encontrarlos de
nuevo, Navidad quisiera abrazar a mis viejos, dónde están será que se han ido hasta el cielo”
Hoy no recibiré la bendición terrenal de mis viejos pero no hay duda las recibiré desde el cielo… el corazón me duele, nos
hacen falta, nos consolaremos llevando luz a su última morada, no podemos hacer más!