Una jornada de fe y celebración terminó en tragedia en la ciudad ucraniana de Sumi, luego de que un bombardeo con misiles balísticos, atribuido a Rusia, impactara el centro urbano mientras miles de personas participaban en actividades religiosas por el Domingo de Ramos. El saldo provisional del ataque es de al menos 34 muertos, incluidos dos menores, y 117 personas heridas.
El ataque ocurrió a plena luz del día, en una zona concurrida, lo que incrementó la cifra de víctimas civiles. Las autoridades locales y los equipos de emergencia compartieron imágenes estremecedoras del caos: vehículos ardiendo, cuerpos esparcidos por el pavimento y ciudadanos huyendo entre los escombros.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, condenó duramente la ofensiva, calificándola como una “locura” y criticando la negativa del Kremlin a aceptar una propuesta de tregua respaldada por Estados Unidos. “Sin presión internacional real, Rusia continuará derramando sangre inocente”, señaló.
Líderes internacionales también reaccionaron con indignación. Desde Europa, la diplomacia condenó el hecho como un acto de barbarie. La presidenta de la Comisión Europea, Kaja Kallas, lo calificó como “un ejemplo aterrador del desprecio ruso por la vida civil”, mientras que líderes como Emmanuel Macron y Olaf Scholz instaron a tomar medidas urgentes para frenar la escalada.
Aunque Sumi había estado relativamente alejada del frente principal del conflicto, su cercanía con la frontera rusa la convierte en un punto geopolíticamente sensible. Autoridades ucranianas ya habían advertido sobre una posible ofensiva en esta región, junto a otras zonas del noreste como Járkov.
Las escenas que emergen desde Sumi se suman a la larga lista de tragedias que ha dejado la guerra en Ucrania y refuerzan el llamado urgente a una acción internacional más decidida para frenar el avance de la violencia en la región.