Nuevamente comenzó a revivir en un sector de los colombianos el gran temor que genera el posible triunfo de cualquiera de los dos candidatos que vienen liderando las encuestas y que van acorde con el nivel de percepción por parte de los futuros electores, los mismos que le temen en la eventualidad que se monte un gobierno izquierda o uno de derecha.
Analizando la información que entregan las agremiaciones económicas del país, la mayoría de los empresarios colombianos están en favor de la campaña del candidato de derecha, mientras que la clase popular, obrera, sindical e independiente respaldan al candidato de izquierda, situación que se ve reflejada en dos aspectos importantes: el candidato de izquierda convoca a sus simpatizantes a la plaza pública, mientras que quienes respaldan al de derecha se reúnen en sus casas, actos sociales o en establecimientos comerciales.
La semana pasada decíamos que los candidatos presidenciales están en el momento de generar confianza a los electores indecisos, quienes han caído en el temor o quienes se preparan para engrosar el abstencionismo en las elecciones presidenciales, sobretodo porque quienes promueven sus candidatos han atemorizado a quienes ya tienen definido el voto y es imposible que aceptemos que existan promotores de campaña que en nombre de candidatos, continúen promoviendo los odios y las rencillas personales.
Señores, la lucha de clase ya es obsoleta y las campañas deben revisar a quienes promueven el nombre del candidato de su predilección política, ya que no es conveniente por quienes venden a un futuro gobierno que en su mandato le va a dar vía libre a los movimientos guerrilleros o paramilitares. De ser verdad, se estaría practicando el antagonismo como una situación inherente a la sociedad que políticamente está organizada.
¿Qué pasa si un gobierno promueve a los grupos guerrilleros o paramilitares? Considero que los colombianos no somos tan débiles como en otros países, ya que aquí somos más impulsivos y rebeldes y está demostrado con las manifestaciones anteriores, no tenemos ningún escrúpulo para tomar las vías de hecho que es lo que nos lleva al extremo de no aceptar esa eventualidad, como también somos lo suficiente preparados para no aceptar que se tomen medidas antipopulares o que no se cumpla con las propuestas que prometió el candidato en campaña.
Quien llegue a la Casa de Nariño debe buscar un equilibrio político y social para ejercer el poder, un poder que debe garantizar un mejor vivir para todos los colombianos, especialmente porque es una tarea que le corresponde a todos los que vivimos en nuestro país y todo parte desde el momento en que el candidato presidencial presente una propuesta política acorde con la que quieren la mayoría de los colombianos y anexo a ella un mensaje conciliador.