Durante muchos años, los periodistas de La Guajira hemos edificado un Departamento basado en el mejoramiento de la prestación de los servicios públicos, hemos atacado la corrupción que se ha sembrado en las entidades e instituciones del Estado y hemos trabajado por el bienestar de los habitantes que han venido reclamando un mejor bienestar para los guajiros.
Quienes comenzamos a cabalgar en el oficio del periodismo en la década de los 80, logramos pulir las rudimentarias ideas ortodoxas de mantener a una región en el ostracismo y desconectado de la realidad nacional, debido a que quienes aún se resistían en abandonar las bondades de la bonanza marimbera, equivocadamente tenían en el pensamiento que los periodistas les generábamos una especie de ignominia, afectándole el negocio y atentando con la dignidad del belicoso, adinerado y portentoso mafioso del momento.
A los periodistas que comenzamos con nuestro oficio en esa época, nos correspondió aplicar el principio de circunspección producto de una peligrosa transición entre quienes se resistían a abandonar los efectos económicos y sangrientos episodios de la bonanza marimbera, versus, el floreciente socialismo que adoctrinaba a los estudiantes de bachillerato de los colegios públicos del orden nacional, y con ellos, unos obtusos gobernantes que trabajaban de la mano con sus pendencieros provistos de armas en todas sus presentaciones. A los sobrevivientes de esa trilogía social, nos correspondió soportar los rigores del alto riesgo que generaba ser periodista, simplemente porque en medio de las alcaldadas operaba el destierro y se perdían las garantías constitucionales en medio de la orfandad judicial que imperaba antes de la Constitución del 91.
La cabina de locución y la sala de redacción de Radio Almirante, junto al hoy fallecido Álvaro Flórez, director del entonces radioperiódico ‘El Flechazo’, son testigos mudos de los episodios belicosos que protagonizaron los alcaldes de Riohacha, gobernadores de La Guajira, funcionarios y particulares que con revólver en mano, nos arrinconaban y amedrentaban para desvirtuar la realidad noticiosa. Eso no pasaba o por lo menos no tuvimos conocimientos de quiénes dirigían los quincenarios o los periódicos que temporalmente circulaban en La Guajira, ya que se encontraban al servicio de la administración del momento.
Y qué decir de los llamados jefes de prensa de la época, que con su trabajo pasivo no se enteraban de las vicisitudes de los carga ladrillos.
Quienes estuvimos trabajando de la mano con Álvaro Flórez y su radioperiódico ‘El Flechazo’, somos los llamados para contar esta historia del periodismo en sus aciagos momentos, un oficio que presagiaba desgracia, pero que en medio de la circunstancia aplicamos la resiliencia del cardón guajiro; lógico, quienes no habían nacido, quienes se hicieron los desentendidos o quienes no vivieron esos desagradables momentos, tienen toda la razón para negar el aporte que le hemos hecho al crecimiento y el desarrollo de Riohacha y al Departamento.