El próximo 11 de noviembre entramos en la figura jurídica y tortuosa (para algunos) de la ‘Ley de Garantías’, espacio que durante 4 meses se paraliza la contratación para todas las entidades públicas. Las elecciones congresionales, que definen a los 102 senadores y 166 curules en la Cámara –guarismos que puede cambiar con la nueva reforma política–, se estarán llevando a cabo el 11 de marzo de 2018 y en esta oportunidad tendrá nuevos ribetes porque seguramente se presentarán los nuevos inquilinos del Capitolio nacional, especialmente por personas que estuvieron a través de las armas atacando a la democracia, hoy llegan como los impolutos a defender la democracia. Eso está bien porque nosotros siempre hemos confiado en la frase “borrón y cuenta nueva” o “todo pecador tiene derecho a someterse al arrepentimiento”.
En lo que nunca hemos podido estar de acuerdo es que el voto que le ponemos los guajiros a los senadores foráneos se convierta en nuestro propio castigo, como ha ocurrió en elecciones históricas y en especial la realizada el pasado 9 de marzo de 2014 en donde los guajiros le entregamos cerca de 180 mil votos a congresistas que hoy se han convertido en nuestros propios verdugos.
Pero también hay que ponerse en el pellejo del que elegimos, teniendo en cuenta que su indiferencia hacia los guajiros tiene una clara y cifrada interpretación frente a la pregunta de los gamonales de la política ¿Qué venimos a reclamar? Claro, si los elegidos pagaron por el valor del voto, craso error que si le aplican la ley con la que están juzgando a Wilmer González Brito, era para que esa cantidad de bandidos que vinieron a comprar votos estuvieran presos, pero no tengo claro este interrogante: ¿Quién es más bandido, quién vende o quién compra el voto?
Cumplidas las elecciones del 2014 dijimos en estas notas editoriales que luego de haber llamado a la reflexión a quienes tuvieron en el pasado el sagrado deber de ejercer al derecho al voto, pero por candidatos al Senado no oriundos de La Guajira, ahora se nos armó la trolla. Cuando decíamos que dejamos de apoyar los nuestros. “Pienso, luego existo”. En ese debate electoral dejamos de presente el canibalismo feroz que nos viene matando a los guajiros los cuales teniendo un potencial de 511.000 votos podemos elegir cualquier cantidad de senadores de esta región para que nos defienda. Pero no, seguimos con mezquindades y les aplicamos el pensamiento obtuso a los candidatos que brota nuestra tierra Guajira, convirtiéndolos en nuestros adversarios. Claro está, tampoco han salido candidatos de La Guajira al Senado que cumplan los requisitos de independencia de casas políticas, independencia económica y “una excelente hoja de vida”. Por hoja de vida no es. Simplemente porque en La Guajira existen guajiros capaces de ser senadores, lo único es que nuestra mezquindad no nos permite visibilizarlos.