Si algo bien claro nos ha dejado esta profunda crisis que ha vivido La Guajira por los hechos conocidos y los acontecimientos acaecidos en el 2015, es que no deben existir ni vencedores ni vencidos. La reflexión final debe llevarnos a mirar a lo alto, a la presencia de Dios como el único que rige y regirá nuestros destinos. Todo lo ocurrido no ha sido por casualidad, sino por causalidad como premisa fundamental del silogismo de causa y efecto. De que todo principio tiene un final, de que debemos de hacer un alto en el camino y analizar profundamente con la mirada puesta siempre de manera objetiva y no subjetiva que hemos hecho en bien del Departamento.
Si no aprendemos de nuestros errores, entonces todo lo que sucede y ha venido sucediendo será en vano. De los fracasos es que se exprime el éxito. De las meas culpas se genera el cambio y el advenimiento de nuestros usos y costumbres para generar nuestras actuaciones. El sabor amargo de todo lo acontecido es que la dirigencia política de la península hizo agua, tocó fondo. Imbuidos más en sus egos y en detentar un poder más que en solucionar los problemas que nos agobian. En mirarse más en el espejo del otro que en el de él mismo, en proyectar siempre el retrovisor y no en plasmar el panorámico y de ahí se desprende que todos somos culpables del desplome en que ha caído La Guajira a nivel de prestigio en el panorama nacional. Si continuamos expiando las culpas ajenas, el futuro será más tenebroso, y al final del túnel no habrá luz, sino más oscuridad.
Por ello en estos instantes debe primar la unidad de los opuestos. Es decir, debe reinar la tolerancia y el respeto entre todos. Cada uno trabajando en lo suyo, en sus metas y conquistas pero sin olvidar que lo más importante, lo fundamental debe ser La Guajira. Si, La Guajira por encima del poder omnímodo y las ambiciones politiqueras de nuestros dirigentes que han colisionado no en sus ideas, sino en sus principios por la ambición desaforada de ese mismo poder y de allí se perdió la unidad de los opuestos y se volvió un caos por la misma mediocridad de los que no han podido manejar la crisis, donde algunos dizque dirigentes han querido entregarle el poder a personas extrañas del juego de la política departamental y no de la politiquería.