Hoy sentí el olor a un dulce que comía cuando niño. Era con estrías de colores, con alguna esencia, de ahí provendría su olor peculiar. Hoy vi el dulce y sentí su olor. De inmediato volví a la niñez, de un salto. Experimenté un traslado, sin demoras, a mi infancia. Sentí en mi cuerpo la niñez de otrora, vi mi barrio, que siempre ha sido mi barrio, con el arroyito como recuerdo, como una copia intangible, pero inolvidable, de realidades que vivimos al lado de los seres más queridos que, en gran parte se han ido también. Ya no era realidad, era un recuerdo, una emotiva ilusión tal vez algo parecida a un sueño.
Sí, hay fragancias que tienen alma, voz y presencia para llevarnos de la mano e iluminar la retrospección sin perder un detalle, como si fuera verdad, como algunos sueños que nos llenan de alegría, de miedo o de tristeza. Y allá en lontananza, recuerdo la figura de mi abuela, Carmita Bracho Mendoza, ella, nacida en Caracolí de Sabanamanuela, la hija de Dionicia Bracho Fragozo y Julián Mendoza, esa viejita tan querida, que como la canción de Marciano Martínez, ‘Pobre infancia’, no tenía a veces para juntar el fogón, pero existían unas buenas vecinas que como: Olinda Daza, Socorro Morales, Elba Dolores Rodríguez, María Cuadrado, Perfecta Brito, Tomasita Estrada, Rita Contrera, Amira Rodríguez, Gloria Martínez, Rosa Geovanetty, almas misericordiosas y llenas de bondad, que con otras viejitas inolvidables, ya todas fallecidas, hicieron historia con su trabajo tesonero, su humildad y su rectitud, me estoy refiriendo a: ‘La Neno’ Daza, Esilda Córdoba, Susana Núñez, Candelaria Acosta, Anasunción y ‘Chefa’, así como Ana Julia Daza, ‘Maencha’, y su hija Bertha, el recuerdo de ‘Tite’ Mojica, quien educó a todos sus hijos con tantos sacrificios; cómo olvidar a Felicita Contreras, a ‘La Negra’ Bracho de Olivella, a Josefa Brugés, Digna Montero, Ramona y Rafaela Pérez, a Modesta y Luciana Mendoza, así como a ‘Ancha’ y Carmen Martínez, ‘Meme’ Saurith, Isabel Mauricia y la vieja ‘Cristi’, ‘Trine’ Quintero y otras que están vivas y son parte de la leyenda de mi barrio, donde nací y me formé, que llevo siempre apretujadas en el alma, como mujeres de valor y madres sacrificadas.
Qué mejor momento para rendirles este homenaje, en el Día de las Madres. A ellas, las madres villanueveras, que como la canción, se hace camino al andar y más adelante esa alegría que siempre llevo en mi corazón a mi madre querida, tan abnegada y tan sacrificada -quien ya no está físicamente con nosotros, pero siempre la mantenemos en el recuerdo perennemente como si estuviera viva- tuvo que dejarnos solos, para poder sobrevivir en esa pobreza extrema, la cual llevamos como un tesoro y como una carga a cuestas y con la frente en alto, como les dije, más adelante, la vida supo a color de rosas y ahí encontré unas madres villanueveras laboriosas, exitosas, honradas a más no decir y con ese don tan especial, siempre una sonrisa a flor de piel. En mi memoria, que enaltecen a la mujer villanuevera, a esas madres extraordinarias, que todas ellas, lograron sacar adelante a este pueblo hermoso, épico y mancillado por la violencia.
Sí, porque Villanueva sufrió en carne propia el fenómeno de la subversión y del paramilitarismo y muchos fueron los caídos. Y ahí estaban esas madres llorosas, tristes y melancólicas, por la pérdida de sus seres queridos. Con lágrimas en las mejillas, con el alma destrozada por el dolor y compungidas por la orfandad de patria, no se amilanaron, porque a través del tiempo limpiaron sus lágrimas y han logrado sacar adelante a sus otros hijos, demostrando con esto su coraje y valentía. A todas ellas, esas madres sufridas, va este pequeño pero sincero y significativo homenaje. El eco de su dolor se sintió en lo más lejano de Colombia, pero también su pundonor se sintió en todos los estrados de la nación. Ellas, esas madres, merecen toda nuestra admiración y respeto.
Y las madres de hoy, esas llenas de juventud, de fogosidad, llenas de optimismo, con un mejor porvenir y que también están construyendo patria, y sacando la cara por Villanueva. A todas esas madres de las nuevas generaciones van mis felicitaciones en su día.
A todas las madres villanueveras, y no será de otro modo, mientras la vida exista, la emoción de los hechos gratos de la infancia o de la juventud sigue intacta y se estremece y estimula con una nube, con los arreboles de un crepúsculo fantasmagórico, con una fragancia, con una tonada, con un simple reflejo que, como viajera, se asoma a veces el céfiro de la imaginación para depararnos la fruición de contemplar las imágenes que se fueron y persisten en la memoria para, de vez en cuando llenarnos de una impresión contemplativa que tiene fragmentos de alegría, mezclados con espinas de dolor.
A todas ustedes, madres villanueveras, una felicitación sincera. Dejemos como colofón de estas palabras, la tonada de la canción brasilera: ’Si empujamos el Sol, amanecerá más temprano’.