Los diferentes alcaldes de La Guajira, una vez pasen las elecciones presidenciales tienen que comenzar a mostrar lo que han hecho en su periodo de gobierno con el fin de dejar ver sus obras y si han cumplido lo que prometieron en campaña.
Sabemos que muchos alcaldes le han jugado ‘conejo’ a quienes creyeron en un proyecto político, defendieron un programa de gobierno y fijaron sus esperanzas en sus buenos oficios para entregar bienestar a la comunidad por intermedio del diligenciamiento y las buenas relaciones que le permitieron conseguir las obras.
En el periodo constitucional en que nos encontramos de alcaldes, son contados a quienes se les puede colocar el rótulo mobiliario de ‘Buen mandatario’ porque en comparación con el anterior periodo, 10 de los 15 que habían dejaron buenos resultados, tanto que hoy muchos ciudadanos anhelan nuevamente que se postulen para volverlos a elegir.
A nuestra percepción, la mayoría de los actuales alcaldes tienen una impopularidad que no ha sido medida por firmas encuestadoras, pero se reflejan y son parte del comentario negativo diario, paralelo con la insatisfacción que la comunidad tiene con los que ellos llaman ‘mal alcalde’.
La mayoría de los alcaldes que actualmente se encuentran en La Guajira van a pasar con más pena que gloria. De hecho, el mejor reflejo de impopularidad que tienen muchos de ellos son las revocatorias de los mandatos, cuyos comités se han creado y han avanzado en sus propuestas de no dejarlos terminar el periodo por su mala gestión administrativa, como el caso de Villanueva, Albania y Distracción, así como otros comités que han quedado en la sola intención de solicitar la revocatoria del mandato.
Si bien es cierto que en la revocatoria del mandato de un funcionario elegido popularmente confluyen elementos propios de la democracia representativa y participativa, consideramos que muchos de estos comités por su misma exigencia no van a poder cumplir su cometido y su satisfacción sería entonces que avanzaron el proceso, así no hayan llegado a la etapa final, es decir, que sus intenciones sean refrendadas por el constituyente primario, que al final es quien va a decidir con su voto si el alcalde está o no cumpliendo con el mandato que le dieron sus habitantes al momento de haber resultado elegido.
A los alcaldes, a quienes respectivamente les radicaron la revocatoria de su mandato, les queda un año después de elecciones presidenciales para mejorar su nivel de popularidad ante la comunidad, siempre y cuando en su último año le demuestre a la sociedad que sí estaba trabajando silencioso. De ser así, cambia completamente la percepción de mal alcalde, para pasar a ‘Alcalde regular’ y no se sabe si alcanza el rótulo de ‘Buen alcalde’.