Desde que comenzó el aislamiento y el distanciamiento preventivo para evitar la contaminación del Covid-19 entre personas vacunadas y no vacunadas, aumentó el acceso y consumo del internet en el país, y con ellos, también cambió la forma de comprar y vender cualquier cantidad de productos de consumo general, pero además ha tomado fuerza la utilización de nuevas expresiones que se han convertido en palabras de uso obligatorio en el lenguaje pandémico y postpandémico.
La humanidad debe tener claro que los tiempos han cambiado y las circunstancias de la pandemia nos ha obligado a modificar las costumbres al momento de levantarnos, tanto que los cuadragenarios y los octogenarios que tenían la tradición de levantarse con base a las costumbres de sus padres, les ha correspondido actualizarse con la tecnología de los celulares para leer la Biblia, para enterarse de las informaciones que les enviaron durante la noche o para leer las noticias.
De la misma forma que la pandemia y la tecnología nos han cambiado nuestra forma de vivir y de convivir, también han cambiado los quehaceres empresariales, laborales y hasta en la forma de hacer maldades para atemorizar a las personas, de la cual han salido los pandilleros virtuales, pero ante todo podemos decir que todo en exceso es malo debido a que nos hemos dado cuenta que muchas personas están incurriendo en exceso de uso de las tecnologías a través de las redes sociales, situación que nos está distanciando de las conversaciones entre familiares, amigos y allegados, pero adicionalmente a ello, el uso y el abuso de las redes sociales, nos está dejando dolencias en nuestros dedos, hinchazón y entumecimiento.
En alguna oportunidad hemos criticado que muchas personas desconocen la realidad de las redes sociales, mientras que la mayoría se han convertido en tecnodependientes de la sociedad virtual que pone en peligro hasta su salud y las relaciones interpersonales, atrofiando su propia memoria por falta de uso, ya que muchas informaciones propias del cerebro se guardan en la memoria de los dispositivos, en la nube o en cualquiera de las herramientas que nos entrega Google.
La adicción a las redes sociales no deja de ser una enfermedad virtual que puede estar afectando psicológicamente a quienes no tienen el carácter de leer un libro, una revista o un artículo que vaya encaminado a la superación personal. Quienes dependen de las redes sociales pueden vivir en un mundo mentiroso con pocas verdades.
El confinamiento que estamos viviendo producto de la pandemia del coronavirus nos ha obligado a aumentar la virtualidad de nuestras actividades cotidianas, generando una mayor adición a la tecnología y sus herramientas.
Eso no termina allí, después que pase el aislamiento social estaremos padeciendo del virus de la virtualidad que nos viene robotizando y es allí en donde decimos que en los siguientes años seremos unos seres más aislados, más depresivos y mucho más egoístas consigo mismos y con nuestra familia.