El histórico desacuerdo para definir el incremento del salario mínimo, que por años ha sido protagonista en la mesa de negociación del Gobierno, las Centrales de Trabajadores y los Representantes de los gremios empresariales, superó en esta oportunidad, el ya marcado distanciamiento entre las partes, que mantienen posturas adversas frente al aumento que se debe realizar para el 2021.
Por un lado, anclados en sus posturas de un aumento alineado con la inflación se encuentra el gremio de los empresarios, quienes proponen que el alza del salario mínimo sea del 2%, equivalente a un incremento de $17.556. Con el argumento de que se debe buscar la recuperación de los empleos perdidos generando dinámicas que propicien nuevos trabajos para lograr la reactivación de la industria y la demanda, los empresarios se instalaron en esta propuesta que tiene muchas críticas por representar un porcentaje de incremento muy bajo, entre otras cosas.
En la otra orilla y con una diferencia de más de $100.000 en su propuesta, se encuentran las centrales obreras que consideran como adecuado un aumento del 13,6%, para que el mínimo llegue al $1 millón. El supuesto de los sindicatos, al señalar que con este incremento se podría compensar la pérdida del poder adquisitivo de los colombianos y aportar en la reactivación, tiene muchos contradictores de la academia, además de los empresarios, quienes afirman que con una tasa de desempleo de más del 16%, una inflación que podría ser inferior al 2,5% y una preocupante caída en el Producto Interno Bruto –PIB– de 2020, que podría estar entre el 5% y el 9% y el fantasma de la recesión rondando, hay razones más que suficientes para que este aumento no sea conveniente.
Si bien el debate se mantiene con argumentos muy válidos de ambas partes y los trabajadores colombianos son merecedores de un salario mínimo superior al actual, no podemos ignorar la incertidumbre que sigue generando la pandemia para el próximo año y tampoco que además del contexto atípico en el que nos encontramos, existen múltiples factores a tener en cuenta en esta decisión, que siempre ha sido difícil, y que debe ser tomada con más tecnicismo que populismo. Tener un exagerado aumento del salario mínimo sería desacertado, así como también lo sería realizar un incremento demasiado bajo.
Con las cartas sobre la mesa en esta negociación y precedidos de uno de los años con el mayor aumento del salario, que fue de 6%, y que se ubicó en 3,18% con un incremento real del 2,82%, el reto de la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales será lograr a tiempo, un consenso en el que se llegue a puntos intermedios que favorezcan a los colombianos, y al país, que necesita del esfuerzo de todos para su recuperación. Es clave que el Gobierno nacional asuma con vehemencia su papel de mediador.
A pocas horas de la fecha límite para fijar de manera concertada el salario mínimo, es cada vez más cercana la posibilidad de que el Gobierno nacional tenga que acudir a la expedición de un decreto para fijar el monto, que debe definirse a más tardar el 30 de diciembre de cada año. Sin embargo, los representantes de las Centrales de Trabajadores y de los gremios empresariales deberían procurar la construcción de una propuesta equilibrada.
El llamado que hoy le hacemos todos los colombianos a los empresarios y sindicalistas presentes en la negociación es a buscar acuerdos y puntos intermedios razonables, que favorezcan a todos los sectores del país. Con la pelota en la cancha y cada parte tratando de ganar el partido, suelen olvidarse que todos pertenecemos al mismo equipo y llevamos la misma camiseta.