“Entre gustos y sabores, no discuten los doctores”, decía mi abuela; por eso yo a la hora de compartir mi vida con el prójimo, tengo gustos claros y sencillos, que ni plata me cuestan.
Ante todo me gusta la gente que cree en Dios y hace lo posible por agradarlo y que si falla en su intento, lo vuelve a intentar, sin tanta alharaca o golpes de pecho; evangeliza con su vida justa, principalmente, y su mejor oración es su actuar, recto y correcto.
Me gusta la gente auténtica, que vive su vida por el placer de disfrutarla y lo hace, no pa’ que otros crean sino con la convicción de que “nadie le quita lo bailao”.
Me gusta la gente que entiende que las alegrías más grandes están en las cosas simples y conoce, de primera mano, la sabrosura de bañarse en un aguacero, raspar el cucayo y bailar con papayera; que cuando comparte su vida, te la muestra tal cual como es: con sus verdes y maduras y no te rellena de mentiras, ni le avergüenza una mala situación o enrostra una mano buena; seguramente sabe que el valor no es lo que tiene en el bolsillo, sino en el corazón.
Me gusta la gente alegre y optimista, que va por la vida dejando su estela de alegría y regalando sonrisas, buenos chistes, mamando gallo y piropeando a todo el que se le atraviesa con halagos sinceros; evita las sátiras e indirectas y sabe elogiarte en público y corregirte en privado, reconoce tu valor sin jamás intentar disminuirte, porque sabe que para encender su luz no tiene que apagar la tuya.
Me gusta la gente generosa, que no está pendiente de estacarte en cuentas divididas, ni a gorrearte, ni a quedarse con los vueltos; acepta con agrado lo poco o mucho que le ofreces y te lo agradece con sinceridad y goza compartiendo con los demás lo poco o mucho que tiene.
Me gusta la gente objetiva, capaz de reconocer la grandeza y belleza de otros, no solo la de ella y la de los suyos, capaz de ver sus propios defectos y los de su gente, con absoluta imparcialidad y entiende que lo mal hecho, mal hecho está y no depende de quien lo haga; porque lo ancho no es pa’ ella y ni lo angosto es pa’ uno.
Me gusta la gente que ayuda a crecer a otra gente, a educar a los niños y a cuidar y amar a los viejos, entiende, sin líos, que la edad no es un valor agregado, ya que todos fuimos niños y pa’ viejo vamos todos, hasta Peter pan y Dorian Grey.
Me gusta la gente que se alegra del bienestar y el éxito de otra gente y lo aplaude, por eso es capaz de disfrutar el suyo, sin medirlo con el de los demás; la gente positiva, que sabe hacer un dos, suda la camiseta hasta el último minuto y no se regodea a la hora de hacer un favor.
Me gusta la gente desprevenida, que cuando lee este mensaje sabe que es general y no cree enseguida que la vaina es con ella, “ni que fuera la última cocacola del Cabo de la Vela al medio día”, y si quiere y le parece necesario, intenta mejorar algo que tal vez podría tener… nunca olvides que somos seres perfectibles, en constante evolución.
Me gusta la gente que entiende que ser “buena gente” no tiene precio y lo intentan siempre… por eso yo intento ser como este tipo de gente y hasta parrandeo con ella: ¡vamo a pegánolo!