A pesar de la tergiversación a la que es sometido el feminismo, la herramienta de comprensión feminista va unida a la cultura de construcción de identidad, por lo cual es pertinente afirmar que el feminismo no es una retaliación contra los hombres, sino un ejercicio democrático que tiene como objetivo lograr un mundo libre de violencias basadas en género y especialmente las ocurridas por el hecho de ser mujer, una sociedad en equidad e igualdad, la cual no se resista a la participación femenina en los diferentes ámbitos públicos que le han sido restringidos históricamente.
Asimismo, es importante mencionar que no existe un feminismo como verdad absoluta, pues sería limitar las diversidades, las pluralidades de las mujeres y sus libertades de escoger las formas de ejercer los feminismos, además de considerar que solo existe una mujer, cuando las mujeres somos indígenas, afros, deportistas, artistas, rurales, urbanas, políticas, entre otras, no somos una receta inmodificable sino sujetas cambiantes y diferentes. De esta manera, los feminismos posibilitan que las mujeres logren vivir como aliadas sin tener que relacionarse desde “uniformidades” y luchen por la equidad e igualdad, desde una visión académica y política que reivindica sus derechos y es precisamente este proceso el que merece ser llamado feminismo en su expresión más pura.
Es claro que el feminismo no se refiere a la utopía de lograr relaciones femeninas perfectas, sino que va más allá, pues comprende incluso los desacuerdos, desde escenarios donde es posible crecer, luchar y convivir, lo cual paralelamente aporta a la garantía de sus derechos. En este sentido, es importante que las mujeres aprendan a relacionarse desde alianzas (entre ellas) que fortalezcan su avance y proyección; la sororidad (hermandad entre mujeres) es una cultura que urge tejer para combatir arraigos machistas, a los cuales les conviene mantener a las mujeres desunidas y con una falsa creencia de conflicto entre ellas.
El feminismo propone que el concepto de sororidad vaya más allá de la solidaridad, pues la diferencia radica en que la solidaridad mantiene las condiciones como están, mientras que la sororidad tiene implícita la modificación de las relaciones entre mujeres. De esta manera, la sororidad se traduce en hermandad, confianza, apoyo y reconocimiento entre mujeres para construir un mundo diferente.
En este sentido, acercarse al concepto de feminismo despojados de cargas patriarcales permite reconocer su apuesta política, académica, cultural, reivindicadora y transformadora; por ello, no aplica que se confunda o compare el feminismo con el machismo, porque no son lo mismo, si bien el feminismo reivindica y transforma, el machismo somete y no le conviene ningún tipo de transformación sino que se fortalece en la perpetuación de modelos verticales que otorgan el dominio a uno y someten a otros y otras. Comprender esto, permitirá que muchas mujeres pierdan el miedo a denominarse feministas por los ataques sociales que reciben, que se deje de satanizar el feminismo y con esto aclaro que cada mujer es libre de vivirse o no feminista y que esta no es la única forma de ejercer la reivindicación de derechos femeninos, lo interesante acá es que se respeten las libertades de ser y hacer sin que la condena social nuble las realidades de los conceptos y las iniciativas transformadoras. Es momento de que las mujeres puedan vivir gozando de todos sus derechos y siendo protagonistas en la política, la ciencia, la música, el deporte, en todo. El mundo merece reinventarse desde visiones femeninas – urge desmasculinizarlo – porque la transformación será con las mujeres o no será.