Los deseos y anhelos de paz con organizaciones armadas al margen de la ley está perdida, desaprovechando la oportunidad que facilita el Gobierno del presidente Gustavo Petro, para que concreten, acuerden, cesen hostilidades y disparos de fuegos cruzados, como intención previa para consolidar la paz, renunciando a futuros usos de armas, erradicando el inventario de ellas, proyectiles y demás elementos logísticos, a efecto de ubicar lugares de paso y permanentes para asentamientos humanos, sociales y productivos, con espacios para labores de miembros de las organizaciones desarmadas.
Concretar la paz no debe ser asunto de largo plazo ni de mucha espera, como los que se han tramitado en Colombia. De nada sirve que una parte quiera la paz y la otra, por conveniencia, la esquive, dilate, alargue y extienda sin razón de ser. ¿Si no tienen voluntad de dejar las armas, cómo o de qué forma, se materializaría un acuerdo de paz? El Gobierno nacional no solo debe suspender los diálogos de paz, sino terminarlos, para no estar sujeto a vacilones ni irrespetos, con comportamientos evasivos, abusivos, agresivos y chocantes; intimidando, extorsionando, secuestrando y reclutando contra la voluntad a jóvenes impúberes y adolescentes, utilizándolos como ‘carne de cañón’ en conflictos armados, objeto de masacres.
El presidente Gustavo Petro le abrió espacio a organizaciones guerrilleras y paramilitares, narcotraficantes, para consolidar la paz total, pero no ha sido posible por renuencias y desatención de los actores armados, que no muestran ningún interés de pacificación, sino por el contrario, ejecutan ataques malévolos, asesinando a mansalva, con franco tiradores, agentes de la Policía y el Ejército Nacional. De igual forma los ataques desmesurados a estaciones y vehículos de la Policía. Además de constantes enfrentamientos con el Ejército oficial de Colombia, también se registran enfrentamientos armados mutuos, entre bandas y carteles rurales y urbanos, de referenciadas organizaciones, pretendiendo apropiarse de territorios para ejercer dominios rentísticos, con negocios de drogas, extorsiones y minería ilegal. Condicionan: acciones, operaciones y limitan libertades, de movilizaciones, servicios y opiniones. Amenazan con declaratorias de objetivos militares, a quienes se oponen, no obedecen y cuestionan perversas actitudes, abusivas y arbitrarias, ordenado por comandantes de organizaciones armadas delincuenciales, ejerciendo, persecuciones, represiones y torturas.
Despreciar la paz para vivir el infierno de la guerra es inconcebible, sobre todo cuando no hay motivo interno que justifique conflictos armados. Tenemos diferencias, por causas desiguales, que ha sido una práctica cotidiana inhumana y antisociales, afianzadas en corrupción, ejercidas en gobiernos, poderes y autoridades institucionales; por servidores, direccionadas a favorecer y beneficiar a unos cuantos y marginar la mayoría de sus habitantes; circunstancias superables en una democracia, cambiando lo que no sirve, la ineptitud y las prácticas delictivas que predominan atornilladas. Sin embargo, a la hora de la verdad muchos se aculillan y se escurren para no hacer valer dignidad y criterios. Otros se sujetan y exponen al dinero que les ofrezcan, sin importar las consecuencias que conlleven; originando insolidaridad frente a derechos e intereses desiguales que generan inconformismo.
La paz es una virtud que no hemos sabido apreciar y aprovechar para vivir sin sosiego, intimidaciones, enemistades e incertidumbres; con oportunidades indiscriminadas para hacer y surgir en ambiente familiar, amistoso, cordial y armónico; garantizando confianza y seguridad. Ha faltado educación informativa que concientice la paz para extraer beneficios, pero es necesario enseñar de formas prácticas a ejemplarizar la paz, en conciencia humana y ámbito social. Es abismal comparar costos y resultados entre paz y guerra. ¿Por qué persistir en lo último? ¿Por psicopatía, beneficio del mal o por ejercer dominios con uso de las armas?
¿Qué paz se puede suscribir frente actores delincuenciales que se lucran y explotan negocios ilícitos, extorsiones, terrorismo y homicidios selectivos? Es importante, conocer y diferenciar, las formas, maneras y condiciones de conciliar un proceso de paz, la cual debe sujetarse y afianzarse, en mutuas voluntades más que en negocios y pretensiones extravagantes persiguiendo concesiones extremas. Para negociar términos de paz no debe exceder de un máximo de 100 días hábiles, siempre y cuando lo justifique.
No se debe confundir proceso de paz con el de sometimiento a la justicia que confiere beneficios concebidos para quienes desisten del ejercicio de operaciones delincuenciales y depongan las armas, que es viable previo amparo en disposiciones legales vigentes. En el sometimiento a la justicia el Estado no negocia, sino que consagra condiciones y se ofrecen garantías.
La única forma de bajar el tono a la agresiva violencia ejecutada por bandas, carteles, mafias, guerrilla, paramilitarismo y demás organizaciones delincuenciales es legalizar cultivos, tráfico, consumo y comercialización de los narcóticos, marihuana y cocaína. El prohibicionismo es una fuente de rentabilidad para los traficantes, frente a grandes demandas de consumo en naciones ricas, EE.UU y Europa, encargadas de financiar la producción con la inmensa comercialización de consumo diario, adquiriendo dosis a cualquier precio, siempre que no le falte. Me cuestionarán por esta opinión, pero no veo otra forma de cesar los conflictos armados para lograr la paz.
La guerra contra las drogas hace rato está perdida. Presión para Colombia, tolerancias en países consumidores. ¿Cómo erradicarla? ¿Cuántos años más se necesitan para ganar las guerras contra las drogas narcóticas? ¿Cuántos jóvenes al servicio de ejércitos oficiales, irregulares y policías deben seguir siendo masacrados en una guerra sin sentido? ¿Tendremos que esperar que los grandes consumidores, dominados por Estados Unidos, ordenen las legalizaciones, para de esa forma aplacar y erradicar enfrentamientos armados poniéndole fin a la grave situación que vivimos?
No perdamos más tiempo en diálogos improductivos en procura de negociación de paz con quienes no les interesa ni aceptan que otros voluntarios se acojan a ella, porque resultan víctimas de asesinatos. No hay ninguna intención de desarmarse, ni van a dejar de intervenir en negocios de narcotráfico, extorsiones y otras operaciones delictivas. Hoy en día es más difícil concertar la paz en unidad de criterio, entre organizaciones, porque proliferan los fraccionamientos e intereses de comandantes, en donde de tajo manifiestan que no les interesa la paz, pero aprovechan la apertura y oportunidad de diálogo para fortalecerse, estructuras de armas y logísticas pretenden exigencias y burlarse del Gobierno. No es aceptable utilizar el término de paz como sofisma de distracción y menosprecio.