Tal vez esta sea una columna repetida, tal vez otro colega seguidor del “rebelde del acordeón” antes que yo, realizó el mismo reclamo, pero se da la posibilidad que el aletear de varias golondrinas hagan llegar la justicia. Me refiero a la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata, máximo órgano directivo, que calenda tras calenda organiza y ejecuta el máximo evento de nuestro folklor vallenato, “El Festival Vallenato” y en su momento justo, incluyó homenajear en cada versión a un juglar o una dinastía diferente, pero mi reclamo lo dirijo positivamente a la Fundación, solicitando que los homenajes deben hacerse en vida a los herederos de Francisco el Hombre.
Me refiero a la deuda que el folklor vallenato tiene con Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital el ‘tri-rey del festival’, ‘el monstruo del acordeón’, ‘el polifacético’, ‘el genio del acordeón’, entre otros bien ganados apelativos, el hombre nacido en Los Palmitos (Sucre) un 17 de abril de 1943, Alfredo Enrique Gutiérrez Acosta, su padre, conocido acordeonero del municipio de la Paz (Cesar).
Cuenta la historia que el niño Alfredo a los 4 años de edad ya ejecutaba un acordeón, regalo de su progenitor, y a los 6 cumplidos ya tocaba en las calles y se trepaba en los buses para ir de pueblo en pueblo (Sincelejo, Magangué y San Pedro) mostrando su herencia con el sonido de la piña madura y la múcura, y hasta los 13 años integró su primera agrupación conocida como “Los pequeños vallenatos” viajando por Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia, Panamá y Ecuador. Las calles de la capital Bogotá no escapó al ritmo de la futura figura del instrumento inventado por el austriaco Cyrill Demian, mostraba su agilidad en los trolebuses que era el transporte público del momento. De vuelta a Sincelejo conoció a Calixto Ochoa, quien lo relacionó con Antonio Fuentes López, propietario del sello discográfico Discos Fuentes, grabando sus primeras producciones y así entrarle a competir al éxito alcanzado en ese momento por Aníbal Velásquez Hurtado.
Desde entonces la joven figura del vallenato comenzó su sin fín de éxitos con ‘La Cuñada’ hasta las luces de hoy, esparciéndolos por México, Estados Unidos; España; Alemania y toda Suramérica, labor en la que se hizo acompañar de los Corraleros de Majagual “una verdadera Fania colombiana” actuando como su acordeonero principal y escoltado de otros grandes como Lisandro Meza, Chico Cervantes, Lucho Argain, Eliseo Herrera, Calixto Ochoa, Julio Ernesto estrada “Fruko” y Nacho Pardes. En 1968 conformó Los Caporales del Magdalena y en el 2014 grabó “con los que son” allí se hizo al lado de Carlo Vives, Peter Manjarrez, Jean Carlos Centeno, Jorge Oñate, Daniel Calderón Pipe Bueno e Iván Villazón.
“El ñato Alfredo” como el mismo se hace llamar, es un músico, acordeonero, compositor, arreglista y cantante, con incursión no solo en el vallenato sino también en otros géneros como rancheras, boleros, cumbia, salsa, porro, tropical, champeta, pasebol, baladas, es un artista completo, de los más prolíferos en producciones musicales, lo que la hecho merecedor a muchas distinciones como ganador del Congo de Oro del Carnaval de Barranquilla; dos trébol de Oro y un Califa de Oro en México; cinco Guaicaipuro de oro en Venezuela, Grammy Latino en Estados Unidos.
Creador de hermosas composiciones como: ‘La sanjuanera’, ‘Paloma guarumera’, ‘Festival en guararé’, ‘Mujer que no jode es macho’, ‘Ojos indios’, ‘Esta noche es mía’, por mencionar algunas. Ejecutor de páginas de oro como: ‘Los novios’, ‘Tiempos de cometa’, ‘Anhelos’, ‘A nadie le cuentes’, ‘El indio desventurado’, ‘Matilde Lina’, ‘La negra’, ‘La cañahuatera’; digitador de gran velocidad con alumnos aventajados como Juancho Roy e Israel Romero.
Gutiérrez, el «juglar viviente», el compositor que le canta a los cabellos, ojos, mujeres, parranda y a la fiesta, junto a Diomedes Díaz es el otro ídolo vallenato, el más atrevido porque le gusta innovar y hacer locuras, el talento que expresa que la música es como el agua, ya que si se estanca se pudre, el músico que se atrevió a decir a sus 82 años “No quiero morir en la miseria como han muerto la mayoría de los grandes artistas que ha dado Colombia porque las disqueras se quedan con el patrimonio de uno” el valor de las regalías trimestrales no superan los 150 mil pesos.
Fue el primero en popularizar el vallenato, en darle el caché con sus conciertos, el de organizar un género como él dice “para que otros ganen plata”, el primero en llenar casetas, plazas públicas, el que toca el acordeón con los pies. Para ese monstruo musical reclamo yo un homenaje en vida por parte de la Fundación y junto a él los pocos que ya nos quedan como Lisandro Mesa, Nafer Durán, Emilio Oviedo e incluyo a Aníbal Velázquez.
Aunque ha sido glorificado con otros homenajes dentro y fuera del país, falta el máximo galardón que es el que debe hacérsele en vida ya no en la Plaza Alfonso López sino en el templo del vallenato de hoy en el “Parque de la Leyenda Vallenata”, el legado de Consuelo “La Cacica”.
Como alfredista, digo que cuando Alfredo ejecuta el acordeón prevalece la calidad en la ejecución, el deleite del toque tradicional, la modernidad de lo alternativo y el velo de lo romántico.