Y cuando cesaron sus fuerzas, la máquina humana se apagó y su alma salió por una hendija de su corazón, mientras observaba como el dolor y la enfermedad lo dejaban libre y, mirando hacia atrás, inició a transitar por el sendero que lo conducía al más allá; solo que no caminaba, bailaba.
Las oraciones de quienes lo amaron, le allanaron el camino y sus infinitas buenas acciones, de educador, de maestro, de amigo, de paisano, de hermano, borraban entre fandango y porros cada culpa, porque a pesar de que si bien bailaba como los astros, él también era humano, de tal manera que la ruta que lo conducía al lugar donde lo esperaban sus viejos, más allá del sol, se llenó de alegría y color, con el arco iris de su risa genuina y sincera.
Gary dejó este mundo justo el día del bailarín, 28 de febrero, y eso es un gran homenaje a su vida llena de música, cultura y folklore, pues cada vez que ocurrirá un aniversario de su partida, coincidirá con las celebraciones que en muchas partes de la bolita del mundo se harán, justo a lo que él fue: un gran bailarín, el mejor de nuestra tierra.
Un artista, versátil, capaz de darle vida con sus espectaculares coreografías a cualquier género musical, así que sin fronteras nos transportaba con su talento y se paseaba por la cumbia, con la misma destreza con que ponía en escena una tarantela, su amado pilón o un tango argentino, los paseos vallenatos o una danza africana o árabe, deleitándonos con su amplia cultura y su mente viajera.
Grande Gary, grande Maestro, inigualable artista.
Tu sello queda impregnado en la memoria de niños y adultos, trascendiendo con tu arte en la península Guajira, cuyas tradiciones defendiste y divulgaste con orgullo, cada vez que tenías la oportunidad de hacerlo.
¿Te fuiste temprano? Absolutamente sí. La causa que abanderabas «defender y promover la cultura» aún te necesita, sin embargo ahora como ángel protector sé que intercederás por la materialización de tus sueños desde donde estés.
Hoy, aunque ya no estás, paradójicamente vivirás por siempre entre los espacios que separan las comparsas de los desfiles de carnestolendas, tu espíritu hilvanará el espectáculo; en el silencio que precede una canción de otra, de la tanda de un pilón; en las zapatillas consumadas en las prácticas de tus alumnos; en la elegancia de un paso bien ejecutado, donde técnica y gracia se acomunen; al centro de una rueda de cumbia y, por supuesto, en la alegría del carnaval.
El eco de tu voz será sustituido al replicar tus movimientos, especialmente con tus alumnos y sus discípulos y tu gracia le dará nombre a un estilo, pues quienes conocieron tu arte, les será fácil reconocer, en una coreografía, tus movimientos y secuencias y aplaudirla, rindiendo homenaje a tu vida, a tu trabajo y así, al final de un espectáculo, como quien no quiere la cosa, seguro que no faltará quien exprese: «ese fue mucho baile bien montado, carajo, que espectáculo tan bonito» y concluirá con la certeza de quien te conoció, «a lo Gary, eso es puro Gary Julio» y Riohacha nunca te olvidará.