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‘El Peaje’ vuelve y juega y nos recuerda lo atemporal que es el alma y lo eterna que puede ser la alegría. Me lo confirma su icónica foto, allí está viendo pasar el tiempo, con la juventud, dando cuenta de sus años mozos. Para los que no lo saben, ‘El Peaje’ era un grupo de jóvenes de Riohacha, casi todos universitarios, que estudiaban afuera y que en épocas de vacaciones se las ingeniaban de lo lindo para divertirse sanamente.
Por aquellos tiempos, hace 30 años, no había redes sociales ni celulares sofisticados, pero organizar un evento no les quedaba pequeño y las relaciones sociales eran intensas, hechas de charlas y ‘mamadera de gallo’, sin la barrera que se impone hoy en día la juventud, cuando en pleno fundingue la vez con la cabeza enterrada mandando un mensaje de texto a quien, tal vez, esté a unos pocos metros de ellos.
Siguiendo con el orden natural del relevo generacional, la Reina Central de Riohacha es una hija del ‘Peaje’, pues su padre fue y es, porque sigue más vigente y fiestero que nunca, un miembro activo desde su fundación, así que convocar a su combo para acompañar a su hija le quedó ‘de papayita’.
A la cita acudieron numerosos y contentos, muchos de sus miembros fundadores. Otros tantos, ni cortos ni perezosos, se unieron a la causa por afinidad o amistad con la gente del centro, a revivir los fundingues del ‘Peaje’, que siempre han alegrado y alertado la ciudad, con el beneplácito unánime de quienes los observan.
30 años después, es imposible hacerle el quite al tiempo y ¡qué carajo importa!, las arrugas y los kilos de más salen al descubierto, pero el cambamberísmo permanece intacto, como incólumes están los lazos de amistad.
Las reglas de juego son las mismas: se encuentran en un punto, por los lados del centro, con la camiseta blanca y su consabido ‘pare’ y ‘semáforo’ y, por supuesto, papayera y recocha, para tomarse la ciudad.
Allá van, no me ‘joñe’, igual de alegres y fundingueros, ahora con hijos y casi todos cincuentones; con una que otra cana, recordando lo vivido, tirando pase y gritando ‘oa’, haciéndole rueda a la reina, temblandole hombros al redoblante y ondeando el banderón rojo, rojo, rojo, como lo grita Silvestre, quien, por su sabrosura, bien podría ser otro miembro más del ‘Peaje’.
Las redes sociales se llenaron de ‘Pare’ y los espectadores les obedecieron: se pararon a verlos, admirarlos y festejarles cada morisqueta, cada chercha y cada ocurrencia.
Recordaron a los que ya partieron, sirviéndole trago ‘al del muerto’, pero la risa sofoca cualquier lágrima de melancolía. Menos a mí y seco mis ojos, mientras quisiera teletransportarme, cambiar la nieve por maicena, para recordarles a todos los que me leen, que la suscrita también fue socia del ‘Peaje’ ¡carajo! Y que ‘el pasito tun tun’, el de ‘la batucada’, lo trajeron sus primos de Panamá y aún se lo sabe de memoria, porque recordar es vivir y así gritar, como lo hacía ‘Chelo’ Salas en los buenos y viejos tiempos:
– Por allí andan diciendo que a la gente del ‘Peaje’ les gusta la pachanga: ¡siiiiiiii!