En el régimen de producción capitalista, el mercado no puede actuar sin la manipulación política de los políticos más avezados en la malignidad, la doblez, el beneficio personal por su cretinismo, la inmoralidad y, con la mayor insensatez, polutos y asquientos; manipuladores de las teorías salidas del cubilete del maquiavelismo más oscuro, ventajistas de ocasión, es la ignominia de una mano visiblemente inescrupulosa, que no ven los sátrapas. El mercado capitalista actúa equilibrándose con el automatismo mecánico del matón. Trump es la máxima expresión del mercader capitalista, que prevalido de su inmenso poder militar, a bravuconadas intimidantes busca someter a los pueblos y gobiernos populares, pero, solo intimida a sus congéneres.
Por muy poderoso que sea el ejército de las huestes capitalistas, no podrá doblegar jamás a las reservas del inmenso ejército de desocupados, que crece, incrementando la línea de pobreza, que derrumban paulatinamente como cartas de naipe el entramado económico del capitalismo. Podrá por ahora el mercado capitalista ganar entre los sindicalistas abyectos, pero la clase obrera por naturaleza, retoma su papel de sepulturero del capitalismo, clase obrera de la cual no podrá prescindir el capitalismo, ni con el mayor avance tecnológico.
El mercado reniega del sindicalismo; incluso, del salario mínimo que en el fondo es un engañifa, no quieren mesa de negociación salarial, sino, negociaciones individuales: claro, tienen la ventaja de un Estado burgués con sus gendarmes patronalitas; el mercado cuenta a su favor un compendio de leyes que le favorecen sus legisladores asalariados; el mercado no funciona si la ganancia no está favorecida, además por el bajo salario, por una política fiscal ventajista: pagan menos impuestos y además reciben bonificaciones y subsidios.
En política al mercado capitalista le fastidia la implementación de la democracia, en el sentido de que se desarrollen métodos libres de elección popular, que desemboque en la participación libre y soberana de las organizaciones sociales y políticas; por ejemplo, designación democrática para el ejercicio de la gobernanza popular en el servicio de salud, por la razón de que el pueblo es la mayoría y le correspondería la toma de las decisiones en ese aspecto; que es, lo que en últimas buscamos los revolucionarios, por esencia verdaderos demócratas. V. gc, Venezuela, se ha ganado la más oscura, febril y virulenta propaganda del llamado bloque occidental que lidera el grupo de los 7, todo, porque perdieron el mercado de la mayor reserva de petróleo en el mundo.
El ejercicio democrático en Venezuela no les sirve, porque van perdiendo su hegemonía, porque perdieron el poder de derrocar a los presidentes que osaban defender su patrimonio nacional -el petróleo-, como ocurrió con: Cipriano Castro, Isaías Medina, Carlos Delgado (asesinado), Rómulo Gallegos, el mismo Chávez; y ahora afanosamente con Nicolás Maduro, donde han encontrado un hueso duro de roer.
El mercado capitalista no puede sobrevivir sin los poderosos medios de comunicación, inmersos en el mercado y monopolio de las redes de difusión; dueños en la práctica del espectro electromagnético que le es reservado a los Estados, dueños a su vez de las fibras ópticas; en materia de comunicación no se puede mover una paja sin estar bajo su dominio y control.
El mercado capitalista parte con la estructuración de un inmenso aparataje de desinformación, o, de educación, colocando todo el énfasis en la desnaturalización del colectivo, el Estado, la democracia, la verdad, -la verdad es populismo -, la honestidad, el bien; hay que llevar al Estado a su mínima expresión; pero sí, fortalecer el aparato represivo: fuerzas armadas y poder judicial; los think tanks o tanques de pensamiento, formados para mentir inescrupulosamente: todo el mundo roba, la honestidad no existe, cada quien debe emprender su camino por aparte, el individuo es el principio y fin de todas las cosas, el colectivo es un fracaso; la solidaridad, la fraternidad y la igualdad, no conducen a la consagración del ser humano, etc, etc.
El mercado capitalista te confunde y, te atemoriza frente a la propiedad privada, te inculca: partir por la defensa de tu propio ser como propiedad en peligro de ser expropiada, lo cual es falso; esconde, impúdicamente, que la propiedad sobre los medios de producción, deviene, del robo del trabajo ajeno, del trabajo de los obreros apropiado por el mercader; la socialdemocracia desvergonzada le garantiza al capitalista la defensa de la propiedad privada, asegurarle el botín, garantizarle el pillaje, el abordaje mafioso a las masas trabajadoras. El mercado capitalista ha hecho del psicoanálisis su caja de resonancia más perfecta y detestable.