Los antioqueños se distinguen por ser personas de notable cordialidad y franqueza. Tal es su carácter afable, que la amistad parece florecer naturalmente en sus interacciones, incluso en la simple cotidianidad de una tienda de barrio. Su amor por su tierra y su orgullo de ser antioqueños es palpable.
Además, es un hecho notorio que muchos son hábiles comerciantes, una característica que los ha llevado a estar presentes en distintas partes del país. Su espíritu emprendedor puede observarse en cada rincón de Colombia. A mi juicio, su presencia en estos espacios demuestra su empuje y capacidad para crear y expandir negocios.
Por otro lado, su capital, Medellín, es un claro reflejo de este espíritu y amor por su entorno ya que son extremadamente protectores con su ciudad. De hecho, es difícil no sentir un inmenso respeto por el sistema de transporte de la ciudad, considerado uno de los mejores de Latinoamérica. El Metrocable, en particular, es una maravillosa proeza de ingeniería y proyección social que ha transformado la vida de muchos ciudadanos.
Es interesante recordar que la construcción del Metro y el Metrocable se realizó en colaboración con empresas españolas, alemanas y francesas. A pesar de esto, los antioqueños se mostraron como rápidos aprendices, y pronto tomaron las riendas de la expansión de estos proyectos. Esto, en mi opinión, es un claro ejemplo de su capacidad para aprender y adaptarse.
Cabe destacar que también cuenta con el Metroplús y el Tranvía de Ayacucho.