De acuerdo a una publicación de National Geographic, cada 4 años, el calendario se ve alterado por la entrada de un día extra: el 29 de febrero, según se explica este hecho, está condicionado por una falta de armonía entre el calendario gregoriano, el actual y utilizado en occidente, con el año solar, es decir, el tiempo exacto que la tierra tarda en dar una vuelta alrededor del Sol.
Asimismo, señala que, durante siglos, los intentos de sincronizar los calendarios con la duración del año natural han sido caóticos, hasta que el concepto del año bisiesto proporcionó una forma de compensar el tiempo perdido.
John Lowe, que dirigió la División de Tiempo y Frecuencia del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología estadounidense (NIST, por sus siglas en inglés) destacó que “todo se reduce al hecho de que la cantidad de revoluciones de la Tierra sobre su propio eje, o días, no está vinculada al tiempo que tarda la Tierra en completar una órbita alrededor del Sol”.
Por otra parte, este artículo publicado explica que el calendario egipcio ya contaba con esos añadidos y que, en el calendario juliano de los romanos, el día que se incorporaba era el siguiente al 24 de febrero, y no el 29.
En relación a esto se destaca que el año solar tiene aproximadamente 365,2422 días y ningún calendario compuesto de días enteros puede igualar ese número e ignorar sin más esa fracción aparentemente pequeña crea un problema mucho mayor de lo que sospechamos.
Los humanos hemos organizado nuestras vidas acordes con lo que hemos observado en los cielos. Los antiguos egipcios cultivaban cada año la noche en que desaparecía la estrella más brillante del firmamento, mientras que los historiadores de las antiguas Grecia y Roma también se basaban en las posiciones de las estrellas para fijar eventos en el tiempo.
Los líderes religiosos esperaban que los días festivos se alinearan con las estaciones y las fases lunares.
Por eso la mayor parte del mundo moderno ha adoptado el calendario gregoriano y su sistema de año bisiesto para que los días y los meses sigan el ritmo de las estaciones. “Hemos creado un calendario que se acerca, pero para que funcione tenemos que hacer años bisiestos con reglas peculiares”, afirma Lowe.
Las iniciativas para hacer que el calendario de la naturaleza encaje en el nuestro han sido imperfectas desde el principio.