Del 6 al 22 de agosto se realizó la Feria Internacional del Libro (#Filbo digital) con Suecia como país invitado. Para no perder la costumbre, exploramos la programación virtual de las nuevas publicaciones del entorno provincial, regional, nacional e internacional que tuvieran relación con la identidad de la cultura provinciana que nos distingue en Colombia y el mundo. Nos encontramos con la sorpresa del lanzamiento de un particular y curioso libro escrito por un médico egresado de la Universidad Nacional en 1948 que tituló ‘Un acordeón tras la reja’.
El texto lo escribe Manuel Zapata Olivella a partir de su experiencia (1949) en el municipio de La Paz (Robles) en el hoy departamento del Cesar, a donde llegó para su año rural como médico. El testimonia por qué termina haciendo tránsito por estas tierras pacíficas. “Por ser miembro de la Juventud Comunista, me tocó salir en bolas de fuego ante la cacería de brujas contra liberales y comunistas promovida por el gobierno de turno”. Encontró refugio y abrigo en La Paz donde su pariente Pedro Olivella Araujo.
‘Un acordeón tras la reja’ es un cuento de Manuel Zapata Olivella (Lorica, 1920-Bogotá, 2004) publicado en 1966 en la antología Cuentistas colombianos, a cargo de Gerardo Rivas Moreno. Conmemorando el centenario del nacimiento del escritor, el Instituto Caro y Cuervo ha querido honrar su memoria acercándolo a nuevos públicos. Por eso, gracias a Nancy Friedemann Sánchez, artista colombiana radicada en los Estados Unidos, el Instituto Caro y Cuervo creó un libro que se despliega como el instrumento que ejecuta Pacho Rueda (un acordeón), el protagonista del cuento, y propone un recorrido por el río con una técnica llamada xilografías.
El contenido del cuento que usted lo puede bajar del enlace https://selloeditorial.caroycuervo.gov.co/descarga/disponibles, narra, en el contexto de la cuenca baja del río Magdalena (Barranco de Loba, Guamal, Mompox, Tamalameque, Barranquilla), el encarcelamiento del protagonista acordeonero Francisco Rueda (y no Rada) con el instrumento musical incluido, por un arbitrario cabo de la policía política de la época de la violencia en Colombia porque no lo complació tocándole una parranda exclusiva. El detenido músico argumentó que no iba “a halagar a un asesino”. El gendarme lo sentenció: “O tocas para mí o nunca más lo harán tus manos para otros.”
En la madrugada del primer y único día de su retención atrabiliaria, Francisco Rueda, venciendo sus miedos, termina haciendo un acto de rebeldía contra la decisión del carcelero y ejecuta magistralmente desde la celda de la cárcel merengues y sones. El pueblito se despierta y todos a una dicen: “No permitiremos que el cabo le corte las manos” Las mujeres azuzan a los hombres. A una sola voz declaran: “El pueblo no puede quedarse sin su músico”. La comunidad se arma de valor y libera a su juglar de la prisión.
El cuento termina con una frase del ejecutante del “arrugao”: “Continúo tocando el acordeón en la barranca del río…” que el lector debe terminar de construir.
Como quiera que el libro físico está construido con hojas armadas y editadas en forma de fuelle de los acordeones, este instrumento de papel debe formar parte del museo de Acordeón, ubicado en Valledupar, que ha consolidado con mucho esfuerzo y sin patrocinio, el paisano villanuevero Alberto Murgas Peñaloza. Desde esta columna de opinión lo invito para escribir un libro catálogo para recuperar la historia de ese instrumento de origen europeo en la provincia del Caribe colombiano y la manera como los juglares raizales resignificaron la mecánica del instrumento para darle la tesitura adecuada al sabor de la tierra del valle del Cesar: Y lo más importante, la apropiación de la técnica autóctona para su ejecución magistral como jamás se lo imaginaron sus inventores.
De todas formas, hay que abonarle a Manuel Zapata Olivella que se anticipó en el tiempo a lo narrado de la leyenda vallenata y el trotamundos Francisco El Hombre en ‘Cien años de soledad’ que se publicó un año después (1967) de este cuento en comento. Pronosticó desde 1966, lo que sucedería en estas latitudes con la música de acordeón de sones, paseos, merengues y puyas cuando fuera cooptada por quienes detectan el poder regional y se ponen a su servicio perdiendo su esencia popular.