A veces es necesario que sucedan estas clases de cosas de estar confinado a un cuarto tanto tiempo por esta pandemia para que despertemos y tengamos cierto grado de consciencia.
Desde que el hombre se alejó y se aleja más de Dios, que desconozca más a Dios, este mundo será cada día más terrible.
Hoy se tiene una concepción muy material de la vida, creemos que el mundo es material y se nos olvida que somos seres espirituales, regido verdaderamente por una nación espiritual.
Lastimosamente cada día se construye más un mundo materialista, donde el hombre depende más del mismo hombre, que de Dios y un hombre sometido a otro hombre está sometido a sus emociones, sentimientos, ideología o a sus valores y principios; hoy en este mundo predomina es un pensamiento o interés mercantilista; el hombre de hoy cree más en el dinero que en Dios; muchos lo manifiestan Dios no sirve para nada, lo que sirve es la plata y el interés del hombre es la plata; en el dinero es que al hombre le parece que tiene la vida y es lo que tiene al mundo así, sin amor por nada, todo dinero; todo lo hacen por dinero, no porque exista un pensamiento de ayuda o de consideración si estoy en tus zapatos, son muy pocos los ejemplos que quedan en estos tiempos.
Hoy no sabemos cómo se originó esta pandemia, de dónde surgió, pero estamos seguros que se ha convertido en un interés mercantil; hoy cuando estamos inmerso en esta pandemia, nos damos cuenta que las ideologías, el dinero, la fama, los cargos no valen nada, que lo único que hemos hecho es inventarnos un mundo donde queremos vivir y se nos olvida que la vida fue inventada hace mucho tiempo.
Es tal nuestro nivel de inconsciencia que nos gusta hacer el mal, porque somos egoístas, solo pensamos en el yo, el yo digo; queremos ser Dios y no llegamos a diablito, y lo peor no tenemos consciencia del daño que hacemos hasta para nosotros mismos; porque creemos que hacemos bien como el adulterio, el daño que se le hace a un niño al no vivir bajo el amor de sus padres, la viveza, el abuso del licor, la mentira y otras más; tarde o temprano se le devuelve, porque en la vida no hay nada escondido que no haya de ser encontrado.
Este mundo, esta sociedad como está, necesita mucho de Dios. Él fue el inventor, Él dijo cómo debía funcionar; acaso los inventores no dicen cómo funcionan sus inventos; cuando los compramos nos entregan un manual de funciones para que los usemos bien, como debe ser; a ellos les creemos, pero al inventor de la vida, no; esa es la fatalidad de la vida, que no usamos el manual de funciones de la vida; no le hacemos caso al inventor de la vida y ¿cuál es el manual de funciones de la vida?, su palabra, escrita está; pero es el libro que menos apetece, porque censura lo que nos gusta, estamos como Herodías con Juan el Bautista.