Kesington, Filadelfia, en Estados Unidos, podría ser la primera ciudad del mundo en tener zonas ampliamente pobladas por gente que ya no pertenece a la sociedad de las personas conscientes o con reconocimiento de sí mismo, que es una de las características distintiva de los seres humanos sobre otros animales; o sea, lo más cercano a unos zombis.
Todo, porque en esta barriada norteamericana ha echado raíces con mayor intensidad que en otros lugares el consumo de fentanilo, un fármaco de uso médico, que ha desbordado este lindero para ser un peligro en muchas calles del planeta.
Se trata de una sustancia más en el riesgoso arsenal de los individuos sometidos por la farmacodependencia. Además, su abuso se posibilita por las diversas vías de consumo; hay presentaciones para uso intravenoso, en tabletas, en polvo para ser aspirado y en parches de aplicación cutánea.
El fentanilo es un medicamento del grupo de los opioides; vale decir, una sustancia cuyo modelo es la morfina.
A diferencia de esta última, que es un sustancia natural obtenida de la amapola (Papaversomniferum), el fentanilo se obtiene en laboratorios (llamadas por eso drogas de síntesis) y es cincuenta a cien veces más potente que la anterior.
Eso hace que sea una sustancia de bajo costo; mientras una dosis de este opioide artificial cuesta de 3 a 5 dólares en Estados Unidos, un gramo de cocaína se adquiere allí mismo por alrededor de 69 dólares. Todavía peor, para aumentar su volumen y obtener mayores réditos económicos, le mezclan otras sustancias estupefacientes como heroína, cocaína, metanfetamina, Mdma (o ‘éxtasis’, una presentación particular de las anfetaminas), ketamina, entre otras drogas que alteran el sensorio.
Se admite que la cifra de farmacodependientes por fentanilo en Estados Unidos presenta un importante subregistro, pero para 2020 se estimó en el 2 por ciento de la población de ese país. Por otra parte, en la atención médica no se suele preguntar con el debido énfasis sobre la utilización de estupefacientes. Sin embargo, la realidad del abuso de drogas impone el cambio de paradigma médico la realidad del abuso de drogas impone el cambio de paradigma médico porque los síndromes de abstinencia podrían dar lugar a confusiones clínicas con resultados nefastos a la hora de plantear un adecuado manejo de los desórdenes de comportamiento que podrían atribuirse a otras patologías. Interrogar a los enfermos es de todas formas un acto íntimo y que queda consignado en la historia clínica con el adecuado sigilo propio de este documento.
Asimismo, de ninguna manera se puede soslayar el riesgo que para el personal sanitario representa el fentanilo, y en general, los opioides disponibles en las dependencias de atención a enfermos. Se cuentan por decenas los profesionales sanitarios adictos a las drogas de control, tal vez por la facilidad de su obtención en el medio donde trabajan. Por esto toca apartarlos del objeto de su compulsión. Inclusive, tienen que someterse a duras sesiones de desintoxicación antes de regresar a sus actividades laborales.
Casi siempre por recomendación médica jamás pueden manipular de nuevo agentes anestésicos ni permanecer en los quirófanos. De ahí que no sobra seguir un estricto protocolo en el uso de los agentes anestésicos que debe ser impuesto por las autoridades de salud.
En un artículo de reciente publicación (Posiblemente se encuentre un nuevo síndrome en recién nacidos expuestos al fentanilo (https://www.nbcnews.com/health/health-news/fetal-fentanyl-exposure-preganancy-birth-defects-rcna126006), se cita el hallazgo de diez bebés con deformidades congénitas, como cachetes mofletudos, nariz virada, microcefalia (no tan pronunciada como en las secuelas de Zica), paladar hendido, ptosis palpebral, dificultades para alimentarse, pies equino varo, sindactilia en los pies y deformidad de los pulgares, tamaño corporal pequeño. Además, retardo en la maduración esquelética con flacidez articular.
Si bien resulta infrecuente en los trastornos congénitos establecer una razón etiológica, estos niños comparten el antecedente de tener mamás que consumieron fentanilo de manera consuetudinaria durante el embarazo. Falta investigación al respecto, pero la alarma está más que justificada. Es hora de que el personal sanitario cambie su actitud con el paciente en lo que respecta al uso de narcóticos cuando se inicia la atención médica; se trata de un asunto más urgente que nunca.