Estamos en un acontecimiento grande para el departamento de La Guajira, quizá quedará para la historia, la visita por una semana de un presidente de la República, que por primera vez pondrá sus ojos y presencia en un departamento rico, pero abandonado a su suerte por el centralismo que aún gobierna, la corrupción política, el desgreño administrativo, que no permiten ver fluir nuestros recursos y que de estos solo nos devuelven centavos de los cientos de miles de millones de pesos de regalías que se generan por la extracción de nuestros recursos, como lo son el carbón, sal y gas.
Con la llegada de Gustavo Petro Urrego las esperanzas crecen al pretender el distraído y poco ilustrado habitante de este árido y desértico terreno que vendrá a poner la casa en orden. Que los quistes de la corrupción administrativa, los problemas de salud, los problemas de educación y demás, podrán ser abordados y solucionados por el señor presidente y su gabinete. No olvidando ello el gran ‘tumor’ de saqueos y robos a los que ha estado expuesta La Guajira. No será entonces el presidente el mago que del sombrero saque las soluciones de forma inmediata.
La muerte de los niños wayuú por falta de una normal alimentación, quizá será el tema más sonado que escucharemos en los más de cinco días en la cual estará y pernoctará el señor presidente. Una triste y muy sentida muerte de un pequeño infante que a duras penas duró días, meses o escasos años de vida viendo cómo su padre o madre hacían malabares para conseguir algún alimento y dárselo.
Desconocer que la miseria y el hambre siempre han estado presentes en esta y las anteriores administraciones locales y nacionales, es desconocer nuestra realidad. Sentimos que la llegada de la tecnología y las redes sociales han visibilizado lo que todos sabíamos y callábamos.
En la escuela, alguna vez escuché hablar a mi profesor de sociales decir que si en el desierto del Sahara hubiera agua se podría cultivar, porque no existían tierras malas, sino tierras faltas de agua. Bajo el anterior concepto, me atrevo a comparar y afirmar que si en la Media y Alta Guajira hubiera acceso al agua, otra cosa sería, desaparecerían las campañas de alimentos y de agua que solo duran unos días en agotarse ¿y después qué? Nadam todo vuelve a la normalidad. El hambre vuelve a aparecer, la escasez de alimentos, ni se diga.
La inasistencia médica es otra fuente de mortalidad infantil. Pero hoy seguramente veremos transitar por los polvorientos caminos de la Alta Guajira misiones médicas improvisadas por la presencia del gabinete presidencial. La falta de voluntad de los gobiernos departamentales y nacionales por solidarizarse con los hermanos wayuú ha sido mezquina y mortal.
Hoy tenemos un Gobierno que piensa diferente, que cree que el pueblo es el que gobierna y que es el al que se le debe dar toda la importancia y solucionar sus necesidades apremiantes insatisfechas como las que hoy padece el departamento de La Guajira, como lo es la falta de agua potable para sus habitantes.
Insisto que es la hora de que por fin la represa El Cercado, situada en el municipio de San Juan del Cesar, surta de agua a todo el Departamento, de norte a sur, de oeste a este, sin discriminación alguna a todos los habitantes que en su recorrido pueda tropezar. Necesitamos una acción decidida e inmediata. Así como se construyó y se conectó un tubo desde Arauca (oriente colombiano) hasta el municipio de Coveñas en la costa Caribe, se necesita sacar y conectar un ‘tubo de vida’ desde la mencionada represa y llevar agua al centro y norte del Departamento.
Crear acueductos municipales y regionales para su potabilización y mejorar la calidad de vida de sus habitantes que hoy se abastecen de las aguas amarillentas de los pocos jagüeyes o pozos artesanales salobres existentes. Así generaremos y mejoraremos la condición de vida para esas comunidades indígenas apartadas y alejadas de los centros urbanos más próximos.
Con agua potable permanente, con distritos de riego a menor escala y con la excelente capacitación del Sena, se enseñaría a los indígenas a realizar huertas caseras y cultivos de pancoger que mejoren su situación alimentaria, y acabar de una vez con el asistencialismo intermitente que en nada acaba o suple lo que ellos necesitan.
Las ayudas son momentáneas o producidas cuando ocurre un hecho que lamentar. Ya es hora de que usted señor presidente, ponga a circular los millones de litros de agua que hoy están estancados viendo cómo se mueren nuestros niños de sed y hambre. Usted tiene hoy el gran reto de activar lo que siempre hemos pedido, darle una vida digna a una población sedienta, que mañana lo recordará, le agradecerá y seguramente será recordado como el único presidente de Colombia que evitó el etnocidio de una población indígena sedienta de solidaridad y respeto.
¡Señor presidente, salve usted a La Guajira!