El asalto al Congreso de EEUU de los extremistas trumpistas, devela un problema oculto más peligroso de lo que se pensaba, el populismo político se tomó la democracia y amenaza con desestabilizarla en muchos lugares del mundo, aupado por líderes mesiánicos y autoritarios que se aprovechan de una masa ignorante en temas políticos y que, en muchos casos, cree en conspiraciones y radicaliza las tendencias de izquierda y derecha para promover liderazgos negativos fundamentados en el racismo, los valores antidemocráticos y el ataque a las minorías.
Lo que pasó en Washington es el resultado de elegir a un tipo nefasto como Donald Trump, quien prefirió anteponer sus intereses y sale por la puerta de atrás de la historia por desestabilizar la democracia de un país, caracterizado por defender las libertades; pero más allá de esto, es inquietante la manera en que se puede reflejar algo tan dañino en el mundo, en tiempos en que las economías están en crisis por la pandemia y lo fácil que va a ser aprovecharse de más gente desesperada que cree en esos líderes que venden humo, como Bolsonaro en Brasil. En Colombia, la amenaza también es latente, la polarización ha llevado a un nivel de extremismo entre dos sectores que representan vertientes opuestas y ha dado como resultado un enfrentamiento de la población visceral: El Uribismo que ha manejado el poder en los últimos 18 años, con resultados muy cuestionables en temas sociales, corrupción y paz, mantiene un discurso igual altrumpista, descalificando opositores, acudiendo a las peores prácticas para atacar la justicia, intimidando a los medios de comunicación y engañando al electorado que todavía los sigue por el miedo y las mismas teorías conspirativas como principales fundamentos para conquistar los votos, no cambian la estrategia, “que vamos a quedar como Venezuela, que la guerrilla se tomará el poder, que el Castrochavismo llegó para quedarse y que ellos son los únicos que lo pueden frenar” muy al estilo de Trump, aunque allá esta táctica no funcionó porque el presidente se encargó de cavar su propia tumba política y además porque es un inepto y un torpe. En el otro extremo está Gustavo Petro, quien ha logrado radicalizar la izquierda que, si bien no es ningún castrochavismo, preocupa por las actitudes que asume, ya sus seguidores lo ven como un dios salvador y es eso, justamente lo que los lleva a enceguecerse con el poder y creer que solo ellos pueden gobernar, le pasó a Uribe con su segunda reelección fallida; le pasó a Chávez que de no serpor el cáncer todavía estuviera de presidente en Venezuela; está pasando en Rusia con Putin, en Venezuela con Maduro, en Turquía con Erdogan y ni hablar de regímenes totalitarios que liquidaron las democracias como Cuba, China y Corea del Norte. Ojalá Colombia frene la polarización, el espejo de EE.UU., dividido al extremo y con una desestabilización institucional que amenaza los pilares fundamentales de la democracia, debe enseñarnos algo.