La captura de Nicolás Petro por parte de la Fiscalía, es un duro golpe para Gustavo Petro, que evidencia su peor momento desde que llegó al primer cargo de la Nación.
Todo inició como un trivial tema de faldas, una infidelidad matrimonial de Nicolás con Laura Ojeda, la mejor amiga de Day Vásquez, su esposa en ese momento; pero se complicó cuando ella, en represalia, reveló detalles de dineros recibidos para la campaña presidencial de su padre, a través de Máximo Noriega, provenientes del hombre Malboro, Santa Lopesierra; un papayazo espectacular para el Fiscal Francisco Barbosa, que luego de ser el principal áulico del expresidente Duque y le archivaba procesos a su conveniencia; pasó a ser el mayor persecutor de Gustavo Petro, un fuerte oponente que aprovecha cualquier oportunidad para posar de eficiente y eficaz. Y es que pudo citar a Nicolás Petro a imputación, pero prefirió el show de la captura del hijo del primer Mandatario.
Una infidelidad, desembocó no solo en una separación, si no en el derrumbe de la imagen de Petro, quien se había caracterizado por denunciar contradictores en el pasado por delitos del mismo tipo. Gustavo Bolívar señaló en sus redes sociales que “Es el primer hijo de un presidente que va a la cárcel, pero no porque los hijos de otros presidentes no hayan delinquido, sino porque ningún otro presidente permite que la justicia actúe con independencia y sin presiones como lo hace Gustavo Petro”. Lo que pasó realmente es que Petro no alcanzó a poner Fiscal, de lo contrario este escándalo también hubiese quedado sepultado. Aunque el mandatario ha intentado desligarse y señaló que como Presidente no intervendrá ni presionará las decisiones de la Fiscalía, la situación sí puede afectarlo y mucho, pues es la primera vez en la historia de Colombia que el hijo de un Presidente en ejercicio va a la cárcel; en este caso, por enriquecimiento ilícito y lavado de activos, delitos graves que marcarán la ruta de un gobierno, que en su primer año se ha dedicado a saltar de un escándalo a otro sin poder cumplir con el tan promocionado “cambio”, porque dejan en entredicho su legitimidad y su mandato, sometido a la incertidumbre de lo que pueda decir Day Vázquez, quien frente a un fiscal tendrá que confesar todo lo que sabe y si, de verdad, ingresaron dineros a la campaña, explicarlos en modo, tiempo y lugar; un nuevo proceso 8000 y bien sabemos que Ernesto Samper no pudo gobernar, solo se dedicó a defenderse de los ataques de una oposición visceral con sed de venganza.
Es innegable que el horizonte de Petro es sombrío; se viene una agenda legislativa en el Congreso, donde no tiene mayorías consolidadas y sus reformas pueden naufragar de nuevo, dada la poca gobernabilidad que le ha dejado tanto escándalo, además de la difícil situación del país a nivel económico y de orden público. Con esta nueva tormenta política y judicial, que llega muy de cerca a la Casa de Nariño, queda demostrado una vez más, que la política en Colombia, sea de izquierda o de derecha, es una empresa criminal, a través de la cual los sectores más astutos de la sociedad, conciben entramados para robarse los recursos públicos en alianza con contratistas y lavadores del narcotráfico y así mantener el poder, sin importar que la gente viva agobiada por tanta necesidad.