Colombia y el mundo han soportado este aciago año conturbado por cuenta del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, que ha dejado tras de sí una estela de muerte y desolación. La cifras son escalofriantes: 130´341.697 de contagiados por la Covid-19 en todo el mundo y 2´839.884 fallecidos, siendo EE.UU., Brasil, México e India, en su orden, los países con el mayor número de víctimas fatales. La cuota de Colombia a tan dantesco cuadro no es menor: en momentos en los que se encamina por la pendiente hacia un tercer “pico” de contagiados, el acumulado de infectados recuperados y decesos se cifran, al corte del 2 de los corrientes, en 2´428.048 y 63.614, respectivamente. Según el Director del Dane Juan Daniel Oviedo, la Covid-19 se convirtió en la principal causa de muerte en Colombia en el 2020.
Las preexistencias a la pandemia, tanto en el orden económico como social, hicieron de Latinoamérica la región más vulnerable a sus devastadores efectos. Después de crecer durante el largo ciclo de precios altos de las materias primas (2003 – 2011) por encima del promedio de crecimiento de la economía global, en 2019 había ajustado cinco años con un anémico crecimiento, muy por debajo del ritmo de crecimiento del resto del mundo. De manera que el entorno de la economía colombiana, que venía rengueando los últimos años, creciendo por debajo del crecimiento potencial del PIB, no era ni es el mejor de cara a su recuperación que, según la CEPAL y el FMI será demasiado lenta.
Según la previsión del Banco Mundial, después de la recesión del año pasado, que hundió la economía con una contracción del PIB del – 6.8%, tendremos un repunte este año de 5% que, de alcanzarlo, nos debemos dar por bien servidos, aunque dada la incertidumbre por la prolongación de la crisis pandémica dicho pronóstico es reservado. Tanto más en cuanto que el petróleo y el carbón, sus dos principales renglones de exportación y los principales jalonadores del crecimiento de la economía han perdido tracción y fuerza a consecuencia de la caída de la producción y los precios internacionales. Y de contera, el turismo, que venía posicionándose como el tercer renglón generador de divisas del país, ha sido el sector más golpeado por la actual crisis, estimándose una caída de ingresos del orden de los $20.1 billones en 2020 con respecto al 2019 y será este sector el último en terminar de reponerse y reactivarse a nivel mundial.
Las finanzas públicas que, desde antes de la pandemia, venían acusando un déficit estructural de no menos del 4%, que es la brecha entre la presión fiscal (recaudo/PIB) y el gasto público, del cual no menos del 85% es inflexible, se siguen deteriorando. El año anterior, según el Ministerio de Hacienda cerró con un déficit fiscal de – 7.8% del PIB, el cual, según su Plan financiero, se elevaría este año hasta el – 8.6%. Y de remate, según el estimativo del Banco Mundial, el endeudamiento público del país al cierre de 2021 se elevaría hasta el 70.4% del PIB, poniendo en calzas prietas la sostenibilidad fiscal de la Nación.