En la naturaleza humana encontramos a una terna de desinteresados conocedores y defensores del saber, la orientación espiritual
y la salud, ellos son: el médico, el educador y el sacerdote.
El primero es quien se haya autorizado legalmente para profesar y ejercer la medicina, este profesional devela por nuestra salud, es quien permanece más cerca de nosotros cuando más lo necesitamos, es decir, en el estado en que el organismo no ejerce normalmente sus funciones. Este profesional de la salud determina el carácter de una enfermedad mediante el examen de sus signos.
El educador es el otro profesional que no solo educa, sino que acompaña su labor de formador en la crianza, enseñanza e instrucción. El tercer profesional es el sacerdote, hombre dedicado a ofrecer y hacer sacrificios. En la religión Católica, hombre ungido y ordenado para celebrar la misa, ese sacrificio incruento en que bajo las especies de pan y vino, ofrece el sacerdote al Eterno Padre el cuerpo y sangre de Jesucristo. Podríamos decir que el sacerdote es un médico del alma. Son tantas las condiciones y cualidades de estos tres profesionales que nos haríamos cansones y tediosos anotando cada una de las virtudes por decirlo de alguna manera que ellos poseen.
Podríamos conformar varios volúmenes de textos relacionados con las condiciones, cualidades e importancias que cada uno de estos tres servidores de la humanidad, mantienen en latencia. El enfermo, el ignorante y el pecador encuentran en cada uno de estos tres profesionales propagadores del bien a un amigo.
Cuántas muertes no se han evitado en momentos de angustias y preocupaciones por la falta de colaboración de ese colega de Galeno y alumno de Hipócrates.
Le persona agradecida y de buena memoria, recuerda su preescolar, primaria, secundaria y universidad, donde siempre encontró a ese celoso guardián de la enseñanza llamado maestro, profesor o educador.
El feligrés o creyente también recuerda el día de su primera comunión, le pone fe al fervoroso comentario que de él hacen sus padrinos y amigos y recuerda al sacerdote que lo bautizó y a lo mejor el mismo de su matrimonio y porque negarlo quien le aplique los santos óleos en la víspera de su muerte.
Todos los profesionales se hacen necesarios durante el discurrir de la existencia, pero si nos detenemos a estudiar en particular a cada uno de estos servidores nos daremos cuenta que el médico, maestro o educador al igual que el sacerdote son en su momento, los profesionales que se requieren para vivir en un ambiente saludable, educativo y de fe en Dios nuestro Señor.
Cada uno de estos tres mencionados profesionales en su momento, es la persona indicada para solucionar el mal que aqueja a nuestro organismo, recibe una enseñanza y fortalece nuestro espíritu.
Se hace necesario para nuestra formación intelectual y una verdadera orientación espiritual, una oportuna guía de nuestros pasos terrenales por ese intermediario entre Dios y el hombre.