Por Rafael
Humberto Frías
Dice un hermoso aforismo, que para disfrutar del arco iris, primero tenemos que soportar la lluvia. También hay quienes dicen, que después de toda tempestad, viene la calma, porque un mar en calma no forma buenos marineros. Igualmente, hay otro adagio que afirma, que las noches oscuras pasan y que por muy larga que sea la noche, siempre vuelve a brillar el sol. Asimismo, escrito está, todo tiene su tiempo, hay tiempo para las tinieblas y tiempo para la luz, hay tiempo para el día y tiempo para la noche. Pero pareciera que la horrible noche no hubiese venido a La Guajira como una nube pasajera, sino para quedarse, después de esta aguda crisis política y humanitaria. Pero existe en nuestro Departamento un puñado de hombres y mujeres, que consideramos que la vida hay que mirarla desde una perspectiva más optimista. Otros, se han unido en cadena de oración, porque dentro de sus fuertes convicciones cristianas, consideran que un ejército de oradores, es más fuerte que un Ejército Militar. Nosotros, en nuestras noches de desvelo, meditamos profundamente sobre este surco de dolores, en el que el estado colombiano y nuestros propios errores han sumergido a nuestro Departamento. Un Departamento, al que muchos consideran rico, pero a la vez, pobre. Rico en recursos naturales del subsuelo, y pobre en iniciativas de emprendimiento para resolver sus problemas y salir del rezago, impactando positivamente, los indicadores de pobreza. Porque La Guajira vive cargando la pesada cruz del estigma que le ha puesto como un tatuaje en el alma, la opinión nacional a las presentes y futuras generaciones y hasta a la posteridad. Hemos sido una Península milenaria que sobrevive como una aldea en un rincón de la patria. La Península más septentrional del país, así de esplendorosa encabezando el mapa, pero apartada de los modelos de desarrollo nacional sin ninguna explicación. Un Departamento con una envidiable posición geográfica en la esquina de América del Sur y con todas las particularidades territoriales y poblacionales, requeridas por una entidad territorial para despegar competitivamente. Pero la respuesta del estado a este departamento y a su población, que necesitan dar un salto social, ha sido la marginalidad, la exclusión y la inequidad, apartándolo de los grandes proyectos de importancia estratégica con los cuales se construye un nuevo país. Los guajiros, seguimos sin entender por qué no se reparte toda la mermelada en la tostada nacional como se anunció. Porque observamos que el país desecha a La Guajira mientras la propia naturaleza coloca a este Departamento como piedra angular para robustecer la economía nacional con las riquezas del subsuelo.
No hay derecho, para que la población de La Guajira viva como vive, en medio de trampas de pobreza y el Gobierno nacional no focalice el gasto social en proyectos pertinentes y que impacten los indicadores sociales, articulado con otros niveles del gobierno. No nos han construido carreteras de 4G ni nos terminaron la Represa del Río Ranchería, ni contamos con sistemas de transportes masivos como otros departamentos. Tampoco se le asignaron recursos del presupuesto nacional a nuestra universidad, recientemente nacionalizada. No se garantiza el mínimo vital de agua y alimentos a una población vulnerable de niños y ancianos que viven en sus territorios ancestrales, en una zona rural dispersa, árida e inhóspita, pese a las medidas cautelares exigidas por la Cidh. Obras son amores, los guajiros seguimos esperando el mejoramiento de la red pública hospitalaria y una reforma al Sistema General de Regalías, que nos permita tener siquiera la mitad de los recursos de inversión por asignación directa como Departamento productor. Se avecina el plan de cierre del Cerrejón, pero hay que prepararse, para que las nuevas oportunidades de desarrollo nos encuentren preparados. Llegó la hora de ir consolidando a La Guajira como un destino turístico más sofisticado. Igualmente, integrar al Distrito de Riohacha con el corredor náutico nacional y construirle su marina multipropósito. La Guajira necesita recuperar la imagen, la institucionalidad y la moralidad pública, por eso espera que su gobernador electo popularmente y los exgobernadores retornen a su libertad después de conocida la verdad. Porque las frías y lúgubres cárceles del país, no solamente tienen prisioneros a nuestros dirigentes, sino que han enfermado a la sociedad, a las familias y a los propios sindicados. Necesitamos que cese esta horrible noche, para que nuestro Departamento despierte con un derramamiento de nuevas auroras, que nos permitan alcanzar victorias tempranas y un nuevo tiempo para La Guajira.