Durante la pandemia muchas empresas, del mercado global y del contexto nacional, se han adaptado en gran medida, y frecuentemente con éxito, a nuevas formas de trabajar. Sin embargo, algunos expertos consideran que aunque se ha hecho lo necesario, no será suficiente. Para continuar preparándose para la era posterior al Covid-19, los líderes deben hacer más que mejorar sus actividades diarias; necesitan considerar una perspectiva más amplia para estar dispuestos a repensar el cómo operan, e incluso por qué existen.
La pandemia ha aflorado y acelerado varias tendencias que tendrán un rol fundamental en la configuración de la futura economía mundial. Algunos sondeos realizados por consultores especializados han mostrado que algunos ejecutivos globales han identificado acciones, consideradas prioridades, que las empresas adoptarán como su puerto de destino mientras navegan por las tendencias que están proyectando el futuro. Por razones de espacio, mencionaré las tres que tienen la mayor relevancia dado su potencial impacto positivo en la competitividad empresarial.
La primera es la sostenibilidad, que considera el principio de producir bienes y servicios al mismo tiempo que provoca un daño mínimo al medio ambiente. Muchas empresas voluntariamente han tomado medidas serias en este sentido. Sin embargo, en un futuro no muy lejano, esa será la forma fundamental para hacer negocios, pues los consumidores y las entidades reguladoras insistirán en que así sea. Eso hará que la sostenibilidad se realice en forma sistemática, porque será una fuente importante de ventaja competitiva a largo plazo y porque contribuirá a las iniciativas globales para reducir el impacto del calentamiento global.
La segunda es desarrollar el talento humano acorde con las necesidades del negocio y del entorno. Como todos sabemos, el elemento humano hace la diferencia de una organización. Se ha dicho por algunos expertos que la organización del futuro no será –o, al menos, no debería serlo– similar a la que ha existido hasta los tiempos actuales o recientes. Necesitará ser más flexibles, menos jerárquica y más diversa.
La tercera, muy conectada con las anteriores, es operar con un fuerte sentido de propósito, que define la razón fundamental de una empresa y su impacto positivo en el mundo. Las empresas ganadoras están impulsadas por un propósito y logran mejores resultados por ello. Tener un propósito claro ayuda a las empresas a reconocer oportunidades que emerjan, o que estén subyacentes, y a conectarse con sus clientes. Dado que los consumidores y la sociedad en general están esperando más de las organizaciones empresariales, aprovechar esas expectativas y convertirlas en oportunidades también pueden ayudar a los accionistas.
Los líderes empresariales deben reconocer y tener presente que los empleados quieren sentido en sus vidas y en su trabajo. Algunas investigaciones previas han encontrado que las empresas con un fuerte sentido de propósito superan a las que carecen de uno. Las personas y colaboradores que dicen que viven su propósito en el trabajo son claramente mejores empleados: más leales a los objetivos organizacionales, mejor dispuestos a hacer un esfuerzo adicional –a hacer la milla extra– y menos proclive a irse de la empresa.
Por supuesto que estas prioridades deben desarrollarse teniendo como apalancamiento los beneficios que la digitalización y el uso de la tecnología de la nube pueda agregar al negocio; para ello las empresas deberán establecer un fondo sostenible que apoye la inversión requerida, con políticas de recursos humanos apropiadas que les permitan atraer y retener el talento técnico especializado para operar en ese contexto.
La forma como estas prioridades sean implementadas podrá variar de una empresa a otra, dependiendo del mercado en el que se desempeñen. Recordemos que la participación de los empleados en el proceso de planeación incrementa su compromiso con el logro de los objetivos organizacionales que se definan.