De la presente vigencia fiscal, se presume el devenir del presidente Iván Duque en el trazado de ruta sobre el período de gobierno.
Al presidente le corresponde sacar adelante el Plan Nacional de Desarrollo que constituye la esencia del gobierno.
Para que Duque tenga éxito se requiere que el proyecto macro sea aprobado por mayoría absoluta en el Congreso de la República, dándose a la tarea de dialogar las propuestas con las bancadas que apoyaron su elección y constituyen la base del consenso mayoritario. Tres de las bancadas Liberal, Cambio Radical y parte de La U se negaron a participar de la convocatoria presidencial para efectos de apoyo del citado plan.
El presidente de manera rotunda, descarta las ofertas de dulces mermeladas que nunca faltan, para motivar e impulsar las aprobaciones de esta clase de leyes, generando costumbres de antaño sin poderla cortar de tajo. Lo cual no deja de poner en peligro los proyectos integrados del Plan de Desarrollo. Los senadores de los referenciados partidos sobrepasan el 30% de la totalidad de los mismos, originando traumatismo, similares a los de la ley de financiamiento. Comenzaron los cuestionamientos a la serie de facultades, implícitas en el proyecto de plan para que el Congreso le conceda y se las deleguen al gobierno facultades para que este se despache por decretos.
Lo curioso es que los técnicos que ejercen como ministros, no saben fundamentar y defender los proyectos de leyes para entendimiento de los parlamentarios que buscan compensación retribuible en cada caso particular, que es lo único que les interesa para palmotear pupitrazos, sin importar consecuencias técnicas y políticas que se generen por falta de socialización y transacciones económicas.
Las bancadas políticas que eligieron a Duque, están inconformes por no estar representados en Ministerios. El presidente únicamente complace con nombramientos en cargos diplomáticos o de tercer nivel en los altos cargos, desganando el espíritu de copartidarios aliados.
Duque quiere objetar la ley estatutaria que rige la JEP, después que esta fue revisada y declarada exequible por la Corte Constitucional, que sugirió corregir detalles puntuales de algunos artículos, ordenando remitirla al Congreso para que luego este la envié al presidente corregida, para efectos de sanción presidencial.
Ignoro los motivos y razones que tenga el presidente en las objeciones, pero resulta preocupante porque paralizaría el funcionamiento de la JEP y podría volverse trizas la paz. ¿De qué sirve desbaratar el proceso? ¿Para qué? ¿Reivindicar la violencia e incrementar la criminalidad con muertes y lesiones personales de muchas personas inocentes?
El presidente Duque se ha apersonado del problema interno de Venezuela, descuidando deberes y funciones administrativas internas, relativa a la situación crítica que ocurre en Colombia. Se ha colocado como mensajero del presidente Trump, a disposición de las órdenes que este le imparta, para hacer la vuelta o el mandado del tío Sam. Colombia sufre los estragos de la dictadura que vive Venezuela, albergando a sus hijos emigrantes que huyen del hambre y desempleo, a los territorios de países vecinos. No podemos olvidar que Venezuela fue muy útil para colombianos, que aún viven en ese país que le sirvió de solución y refugio en necesidades apremiantes.
El presidente Duque apoya la intervención militar de Estados Unidos, tomando a Colombia de trampolín para escenario de guerra y dejarnos secuelas imborrables a futuro. Resultaría mejor que Duque renunciara a la presidencia y se dedicara a atender la crisis venezolana, hasta destronar a Maduro.
El expresidente y senador Álvaro Uribe, mentor de Duque, quien le copia y sigue el libreto de gobierno diseñado, aspira acaparar alto volumen de alcaldías y gobernaciones, en el territorio nacional en próximas elecciones, lo que no será fácil.